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“Alimentar a la población sin dañar el medio ambiente”

Esta fue una de las ideas fuerza de la primera mesa redonda que promovió Ecoalaene, iniciativa impulsada por Pidesone y CREAS, que propone contribuir a la construcción de conocimientos para una economía real, ética y sostenible, mediante las experiencias y el diálogo entre la juventud de América Latina, sobre la relación entre economía, espiritualidad ética y ecosistema en un vínculo equilibrado en nuestra Casa común. En este primer encuentro del ciclo de mesas redondas, se contó con la participación de personas representantes de emprendimientos, movimientos por el cambio climático y organizaciones sociales y basadas en la fe que trabajan por el desarrollo sostenible en Argentina y Colombia como Virginia Solís (Argentina), co fundadora del emprendimiento para elaboración de yerba mate, Matera; quien remarcó la importancia de las buenas prácticas en la agricultura regenerativa. Por su parte, Carolina Alzate (Colombia), directora de Low Carbon City, expuso diferentes soluciones para el reducir el impacto del cambio climático a partir de la participación ciudadana. “El desafío que la Agroecología decidió aceptar es alimentar a la población mundial creciente sin hacer daños irreparables al medio ambiente”, aseguró.   El encuentro contó también con el aporte de José Oscar Henao (Colombia), responsable del Observatorio Regional sobre Desarrollo Sostenible de Cáritas en América Latina y el Caribe, quien en su exposición se centró en los tres procesos requeridos para la gestión de bienes comunes: la incidencia política, el fortalecimiento organizacional y la gestión y autogestión para la producción y comercialización, desde la experiencia en el Catatumbo, región al noreste de Colombia, donde la presencia del Estado es débil y que se destaca por su aporte al Producto Interno Bruto del país. Elizabeth Cuencia (Argentina), de la huerta comunitaria y espacio autogestivo Vivera Orgánica, en Buenos Aires, parte de una Red de Ecología Urbana que ofrece productos de cooperativas y emprendimientos de economía popular y social; y Alberto Molina (Colombia), también participaron en la mesa redonda y resaltaron la importancia de tomar contacto con los agricultores y agricultoras y productores y productoras locales que emprenden para desarrollar una economía más sostenible. El 31 de julio a las 10 h de Argentina y 8 h de Colombia, continuará el Ciclo de mesas redondas con un nuevo encuentro, cuya temática es “Pobreza, desigualdad y periferias”, y será emitida por el canal de YouTube de Ecoalane donde también se puede ver este primer encuentro. Próximamente estaremos publicando más información.    

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Pandemia y Amazonía: Un llamado a la acción, por amor a la Creación

Escrito por Sheila Tanaka, coordinadora del proyecto Amazonía ecuménica liderado por Koinonia, Brasil.  La actual situación que se vive a causa de la pandemia de Coronavirus, ha motivado diversas reflexiones acerca del modo de vida y la desigualdad social en América Latina. Sin embargo, en la Amazonía, la región más biodiversa del mundo, la situación generada por el virus y la falta de acciones y políticas de Estado puede traer consecuencias irreparables para la vida en el planeta. Si bien el Covid 19 ha causado estragos en las ciudades en lo que a contagios y muertes se refiere, el texto se enfoca en reseñar el impacto causado a las poblaciones indígenas.  La región amazónica del continente ya se había visto expuesta a virus que llegan del extranjero y ponen en jaque la supervivencia de las poblaciones indígenas, y con ellas, a su conocimiento ancestral, indispensable para la conservación de la biodiversidad.  No obstante su rol protector del “pulmón” del planeta, los indígenas de Amazonia han sido sistemáticamente desatendidos, desprotegidos y expuestos por los gobiernos. La explotación económica de los recursos naturales ha sido priorizada por sobre sus vidas y subsistencia, lo que ha causado además incendios y desastres, que se suman a una agricultura intensiva, explotación minera e invasiones ilegales. El abandono estatal y la falta de asistencia a las necesidades básicas de la población ha prevalecido en tiempos de pandemia, aumentando los contagios y deteriorando la salud de la población. En Perú, la contaminación del agua y de la comida por petróleo en los ríos se suma a los casos de malaria y dengue. Los habitantes deberán emprender largos viajes de días para acceder a cualquier servicio de salud, aumentando el nivel de mortalidad del virus. En Brasil, la violencia y persecución política de la que son objeto los indígenas, se  ha incrementado. Entre marzo y noviembre de 2020 se reportaron más de 200 casos de violaciones a los derechos humanos.  Por su parte, la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) ha manifestado que los pueblos indígenas en el departamento de Amazonas se encuentran en riesgo de desaparecer, mientras que en Bolivia, las zonas de extracción minera no han adoptado las medidas y el cese de actividades para prevenir contagios.  Al comienzo de la pandemia, en muchos lugares del mundo se habló de la pandemia como una oportunidad para reevaluar las prácticas predatorias de la humanidad sobre la naturaleza El caso de la Amazonía corresponde a todo lo contrario. En algunos países incluso, la deforestación ha aumentado en tiempos de confinamiento. Las consecuencias de la falta de responsabilidad de las autoridades con la preservación de la selva y protección de sus defensores pueden ser devastadoras. Algunos científicos coinciden en señalar que la deforestación puede ser la causa de futuras pandemias, pues el equilibrio natural puede verse comprometido y favorecer la circulación de otros virus peligrosos.  foto credit: Vaticannews.va

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foto credit: https://www.salud.gob.ec/

Desarrollo social y diaconía

“No dejar a nadie atrás”, como metáfora de un modelo de desarrollo ha pretendido aludir a dimensiones sociales, económicas y ecológicas medibles, que permiten considerar unas mínimas condiciones de vida para las comunidades humanas. Problemáticas como la pobreza, el hambre, la salud, la educación o la equidad de género, contempladas como parte de un modelo de desarrollo sostenible, son evidencia de una búsqueda de integración del desarrollo social como parte de la referencia fundamental para las políticas locales. La experiencia de la pandemia, con los agravamientos sociales, ha develado la férrea resistencia a considerar estas problemáticas fuera de la lógica de la prevalencia del capital, actitud que se puede calificar como enfermedad espiritual.  Salud y población vulnerable emergen en el relato bíblico de la enfermedad de Naamán en  2 Reyes 5. Se trata de una lepra por la cual la esclava le recomienda a su amo consultar al profeta Eliseo. La enfermedad del general sirio se convirtió en un problema de Estado y diplomático, pero además reflejó su propia enfermedad espiritual al enfrentar el problema de la salud con lógicas de poder, fuerza, orgullo y prepotencia como está sucediendo con el COVID-19. Si bien se puede considerar la enfermedad y la sanidad como eje del texto bíblico, la fe es el elemento de fondo. Su personificación está en el rol del profeta como guía de salud y de justicia, bajo las cuales sobresale su autoridad ética en el cuidado y la exhortación. La acción profética en este caso es el operador de un criterio de sanidad integral.  La salud integral ha sido una característica de la diaconía. La acción de servicio que se ha proyectado la fe cristiana se expresa en la comprensión y empatía con las personas y comunidades a quienes se sirve, lo cual representa un compromiso de la fe cristiana con el desarrollo social. Las acciones diacónicas con estos rasgos han sido fundamentadas en la consideración del ser humano como creación a imagen de Dios y en una vocación de compasión y justicia. Bajo esta perspectiva, se debe tener en cuenta un doble desafío de la diaconía en contexto de pandemia: por un lado, el tratamiento de la enfermedad espiritual que debe cambiar los esquemas de dominación por los de solidaridad y fraternidad; por otro lado, el mejoramiento de los sistemas de salud en una forma holística pues implica, entre tantas cosas, el tratamiento de la malnutrición, la seguridad alimentaria, el suministro de agua potable, la salud mental y el cubrimiento de los servicios de salud tan evidentemente correlacionados con el desarrollo social. Jhon Martínez – Área de Religión y Desarrollo de CREAS foto credit: https://www.salud.gob.ec/

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Justicia Social en la economía digital: desafío de inclusión al que estamos llamadas como OBF

El pasado 20 de febrero se conmemoró el Día Mundial de la Justicia Social, declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para promover un amplio consenso acerca de la necesidad de una fuerte dimensión social en la globalización, que permita conseguir mejores resultados y que estos se repartan de manera más equitativa entre todas las personas. Para 2021, el tema para este día , abordó como temática “Un llamamiento a la justicia social en la economía digital”. La actual situación socioeconómica presenta un escenario de desigualdad social acrecentada por la pandemia de COVID 19 que ha aumentado el desempleo y la informalidad, así como los índices de pobreza y la reducción drástica de los ingresos de muchas familias. Las consecuencias de este escenario han propiciado un aumento del trabajo y el estudio a distancia, que aunque atiende en parte la problemática, sigue dejando por fuera a quienes, por motivos económicos, generacionales y de otras índoles, no tienen acceso a dichas plataformas o no están preparados para su uso cotidiano. Esta creciente brecha digital entre los países desarrollados y los países en desarrollo se suma a la también existente entre los grupos sociales dentro de los propios países. Para la ONU, los puntos más críticos de dicha coyuntura son la disponibilidad, la asequibilidad y el uso de la información. La misión de CREAS, coincide con los planteamientos de la ONU y otros organismos internacionales, sobre la importancia de promover un desarrollo más sostenible, la erradicación de la pobreza, el mejoramiento de las condiciones laborales, la igualdad entre los géneros y la protección y justicia social. El Responsable del área de Movilización de saberes y prácticas de CREAS, Horacio Mesones, declaró respecto a dichas estrategias:  “CREAS apuesta desde su inspiración de fe cristiana a promover y contribuir a la sostenibilidad integral de la diaconía de las iglesias y el trabajo de las organizaciones comunitarias, para ser signo de justicia, dignidad humana y de cuidado del medio ambiente.”    Por su parte, CREAS responde a los desafíos que el contexto actual ha puesto en el camino de las organizaciones sociales para contribuir a la igualdad. “La acción de las organizaciones de base ha resultado clave en la primera respuesta a la pandemia, y sigue siendo fundamental para hacer conciencia y contribuir al acceso a los derechos de los sectores más vulnerables en lo social y económico”, añadió Horacio Mesones.  Las estrategias que buscamos implementar para 2021 en materia de programas de capacitación, buscan hacer frente al “llamamiento a la justicia social en la economía digital” al que alude la ONU, haciendo posible el acceso a educación, trabajo y tecnología. La inclusión es la principal premisa de dichas actividades. 

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Fondo de Pequeños Proyectos, mecanismo de diaconía ecuménica frente al COVID-19.

A lo largo de 2020, como respuesta a la pandemia del COVID-19, CREAS implementó estrategias para hacer frente a la emergencia sanitaria y económica que se sumó a la ya existente crisis que atravesaban Argentina y la región. Dicha intervención buscó principalmente impactar favorablemente a sectores de menores ingresos que dependen de la economía informal, quienes vieron comprometida su subsistencia, mediante el fortalecimiento de merenderos, la provisión de insumos sanitarios y talleres de resiliencia que brindaron contención a diversas poblaciones de Argentina y Brasil. Fue así como la organización consiguió activar mecanismos de cooperación ágiles y cooperar con iniciativas de iglesias, organismos ecuménicos y redes comunitarias. El Fondo de Pequeños Proyectos, iniciativa de CREAS y Pan para el Mundo,  logró articularse con 11 organizaciones y alcanzar más de 75 barrios y localidades en 10 provincias de Argentina. Igualmente brindó apoyo a 180 familias del pueblo indígena QOM en Pampa del Indio, en la provincia de Chaco y 220 familias del pueblo MOQOIT del centro sur del Chaco, a fin de proveer con animales para la cría y consumo, para atender la emergencia alimentaria. La rápida respuesta de CREAS alcanzó a 146 congregaciones, grupos y centros comunitarios y en total apoyó a 2.734 familias. Por su parte, 1000 trabajadores y trabajadoras comunitarias fueron favorecidos con insumos de bioseguridad. CREAS también articuló el trabajo con Koinonia -una organización ecuménica y  aliada de Brasil y también miembro de la Alianza ACT- y el Programa Presbiteriano de Asistencia a Desastres de Estados Unidos, brindando kits de alimentos e higiene a 500 familias vulnerables de la ciudad de San Pablo que habían sido afectadas por una gran inundación en el mes de enero. En 2021, el área de Procesos Comunitarios del que forma parte el Fondo de Pequeños Proyectos, llevará a cabo más acciones para fortalecer a organizaciones, iglesias y grupos para que puedan hacer frente a la crisis socioeconómica. Las juventudes, mujeres y diversidades serán la población que priorizaremos,  mientras que la economía social, solidaria y popular será el sector clave de dicha intervención. Escrito por Rosaura Andiñach, Procesos Comunitarios de CREAS

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Fraternidad, una clave para el Desarrollo Sostenible

De acuerdo a los estudios de la CEPAL, las crisis sanitaria y climática que estamos atravesando son el resultado de un modelo de desarrollo insostenible. Esta realidad debe ser asimilada, comprendida y transformada al interior del Estado, la empresa y la sociedad civil. Las Organizaciones Basadas en la Fe (OBF) al hacer parte de la sociedad civil, no pueden soslayar los resultados de este modelo insostenible de desarrollo en la región, pues saltan a la vista al considerar algunos datos a la luz de las dimensiones social, medioambiental y económica de la Agenda 2030.  En materia social es sabido que América Latina es la región más desigual del mundo. De acuerdo con un estudio de Oxfam, con las ganancias que 69 personas han generado en la pandemia, se podría financiar el 50% del presupuesto del sistema de salud en la región. Esa cultura del privilegio se expresa también en alrededor del 38% de la población latinoamericana en situación de pobreza. El abordaje de la economía latinoamericana también es desalentador. Considerar por ejemplo el desafío del ODS 8, devela que la región, según la CEPAL, ya registra una tasa de desempleo del 13,5%, sumando, a los graves problemas de Informalidad, la insuficiente protección social y la profunda brecha de género al notar la tasa de desempleo de las mujeres en el 22.2% Los panoramas social y económico en América Latina pueden ser más graves si los países no enfrentan integralmente el cambio climático, pues se deben contrarrestar sus múltiples efectos traducidos, por ejemplo, en ciclones con sus consecuencias humanitarias en el territorio insular como continental. El trabajo con estos fines debe ser integral, buscando transformar aparato productivo que en las condiciones actuales tiene un gran peso extractivista en una región que cuenta con el 40% de la biodiversidad mundial conforme a la estimación del PNUD. En un esfuerzo conjunto, las OBF en América Latina están llamadas a explorar nuevos modelos de desarrollo, cuyos marcos conceptuales puedan caracterizarse por la centralidad de la dignidad humana, impulsados por la naturaleza diversa de la región especialmente en términos culturales y religiosos. La celebración del Día de la Fraternidad Humana en este mes de febrero, es una oportunidad de integrar este diagnóstico a la labor interpretativa de la realidad y de los textos bíblicos que hacen especialmente las OBF cristianas. Es pertinente leer los relatos bíblicos en clave de fraternidad con el propósito de incluir narrativas distintas al modelo de desarrollo.    El caso bíblico relatado en la epístola a Filemón puede constituirse en un ejemplo. Onésimo, un esclavo, se había fugado de su amo Filemón infringiendo más que la ley romana, una relación de confianza. Pablo, conoce al fugitivo en la cárcel estableciendo con él un vínculo de fe que le motivó a buscarle un retorno pacífico a la que fue su casa. Filemón, recibe la carta intercesora de Pablo, la cual testifica de una relación fraterna que evoca el amor para diluir el rencor y la hermandad que desvanece la condición social de esclavitud. En otras palabras, la labor mediadora para dirimir un conflicto, inspirada en la fe y alentada en la fraternidad, se convierte en un símbolo de dignidad humana y en la definición de una ruta que propicia la transformación de las bases sociales de un sistema económico.  La restauración de Onésimo en el plano del perdón, tolerancia y restablecimiento del diálogo en una relación dañada, también tenía como referencia sus posibilidades de sostenibilidad integral, y con ellas, su habilitación económica. Se trata de un discipulado que marca un derrotero de fraternidad del cuidado, enfocado en la contribución al crecimiento integral de las vidas de las personas. De fondo, hay un acompañamiento que no se justifica en el azar del destino, ni se rinde ante la supuesta inutilidad del esfuerzo. El relato induce a trabajar fraternalmente por la hermandad, bajo la cual, antes que cualquier estigmatización o consideración de costo económico, prevalece la dignidad humana. En suma, la fraternidad es una clave para la cohesión social y es una plataforma eficaz para la contribución desde la fe al desarrollo sostenible. El enfrentamiento de las raíces profundas de los desequilibrios sociales, económicos y ambientales, debe plantearse en forma conjunta y articulada. Las OBF guardan una labor mediadora, que busca la fraternidad y lo hace en forma comprometida y parcial a favor de aquellas y aquellos que “quedan atrás”. Esta fraternidad se concreta en la cooperación, en la que se propende por la inversión de un patrimonio holístico que evoca historia, prestigio, relaciones construidas y, por supuesto, recursos económicos orientados a una economía para la vida, a unas relaciones sociales en hermandad y al cuidado de la Casa Común.   Con estas referencias las OBF pueden considerar las alternativas que se vienen trabajando desde el Estado, el mundo empresarial y la sociedad civil, en materia de digitalización o inclusión tecnológica, economía circular, turismo sostenible, ingreso básico, derecho al trabajo, brecha de género, regímenes universales de salud y protección social, servicios públicos básicos, bajas emisiones de carbono y multilateralismo, entre otros tantos referentes urgentes. Evidentemente, las OBF contribuyen al desarrollo sostenible desde la misma fraternidad que promueven y que se traduce en una política basada en la inclusión de todos los actores sociales, con enfoque de género, territorial, cultural y social. Escrito por Jhon Martínez, Asesor del Area de Religión y Desarrollo de CREAS

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Fraternidad: construir un sentido de pueblo a partir de la solidaridad

Nos encontramos en un momento del desarrollo de la pandemia en el que parece avizorarse nuevos horizontes, junto a la posibilidad del desencanto. Así como la irrupción del virus, como se ha dicho, desnudó inequidades preexistentes, este presente en el que se había puesto la esperanza con la distribución de las vacunas, no parece mostrar un panorama diferente. Nos llegan las noticias de países que concentran vacunas por varias veces el número de su población, y al observar los países en lo interno se detectan nuevamente las viejas dinámicas de exclusión. La distribución y acceso a la vacuna se ha convertido en campo de la disputa geopolítica global, y terreno de debates políticos con un tono de intolerancia y polarización que poco favor le hacen a la calidad de vida de los sectores más excluidos de la sociedad. ¿Por qué hablar, entonces, de fraternidad (o de sororidad) en este tiempo? ¿Por qué las personas y comunidades de fe insistimos en este tema? En medio del dolor del desempleo, de la falta de oportunidades para la educación, la partida de los seres queridos, no dejamos de ver florecer las semillas de la solidaridad. La palabra, el gesto, el estar ahí donde Dios nos mueve a compasión y acción. Son signos y señales que vienen de nuestras raíces y que indican hacia dónde se dirigen los pueblos de América Latina. Menciono el término pueblos en el convencimiento de que es la solidaridad la que nos constituye como tales. Somos pueblos en cuanto somos solidarios y solidarias. El Papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti nos trae a la memoria la parábola del buen samaritano como un paradigma de la solidaridad. ¿Por qué esta parábola? Recordémosla: un experto en la ley le pregunta a Jesús (Maestro él también), quién es su prójimo, a efectos de cumplir el mandamiento que conduce a la vida eterna: ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús comparte un relato: un viajero yendo de Jerusalén a Jericó (posiblemente un judío que hacía el camino largo hacia el norte para evitar pasar por Samaria), es asaltado. De los que pasan frente al cuerpo herido, solamente un samaritano siente compasión y salva su vida. Y aquí la pregunta clave de Jesús: ¿a quién habrá considerado el hombre asaltado, su prójimo? Es no sólo una historia de solidaridades. Es una historia sobre la constitución de la projimidad a partir de la solidaridad. El llamado de Jesús es al gesto solidario, y también a construir un sentido de prójimo, de comunidad, de pueblo, que rompe las barreras religiosas, étnicas, sociales, económicas o de género. Es apertura a un sentido del “nosotros y nosotras, hermano o hermana” fundamentado en el amor para con quien sufre. Por eso, en este esta línea de tiempo que escribimos con nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestras letras, ¿qué rescataremos de este momento actual? Seguramente cada vida transformada por la mano que nos dio una amiga, el vecino, el club del barrio, la comunidad de fe, en medio de las dificultades que hemos vivido. Invisibilizadas por los grandes medios, deberían ser motivo de celebración de la acción del Espíritu de Dios en lo cotidiano. Pero hace falta además elevarnos para apreciar desde la altura la inmensa marea de solidaridad que se ha movilizado en este tiempo. Si las comunidades de fe han de escribir este capítulo del libro de la Vida, se necesitará de un hilo conector, narrativa de la construcción de los pueblos a partir de lo solidario, que ayude a asentar en las sociedades una cultura del amor al prójimo derribando todo muro de exclusión. Este esfuerzo colectivo que las comunidades de fe están llamadas a dinamizar, la de construir una sociedad verdaderamente fraterna, necesita acciones que le den sostenibilidad y la profundicen. Entrelazar, entramar, tejer la unidad a partir de los hilos de lo diverso, es parte de una tarea política que desde las comunidades permita fortalecer una cultura de la solidaridad, para construir una sociedad cuyo sentido fraternal se base en la justicia. Retomando las palabras del Papa Francisco en la mencionada Encíclica Fratelli Tutti: “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común.” (Ref. 180) Escrito por Horacio Mesones, Licenciado en ciencias de la educación (UDELAR, Uruguay), Especialista en teología práctica (EST, Brasil), Especialista en educación y nuevas tecnologías (FLACSO, Argentina). Responsable del área de Movilización de saberes y prácticas en CREAS. Miembro del equipo pastoral de su congregación (Parroquia unida Emanuel – Iglesia Evangélica Metodista Argentina e Iglesia de los Discípulos de Cristo).

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Una diaconía de la esperanza

Rescatando las solidaridades ocultas en los relatos de Navidad. ¿Qué contenido tiene hoy para la gran mayoría de las personas el concepto “Navidad”? Para muchísima gente, al menos en nuestro occidente nominalmente cristiano, tiene el sentido de fiesta, de algunos días libres, de encuentros familiares, de comida y bebida en abundancia, de luces y adornos de colores, de regalos… Y está muy bien, porque el acontecimiento que le da origen a la festividad merece ser ciertamente reconocido y celebrado. ¡Dios mismo decide hacerse parte de la historia humana! La divinidad se solidariza con el sufrir del pueblo y no encuentra mejor idea que caminar este suelo lastimado que habitamos como humanidad. La natividad de Jesús es, pues, un ejercicio de solidaridad de la divinidad hacia su pueblo. Y eso invita a tratar de pensar otras solidaridades que rodean las historias bíblicas acerca del nacimiento del Mesías. ¿Habrá otras solidaridades escondidas allí que tengan algo para aportarle a nuestros contextos actuales? Creo que hay algunas pistas interesantes. El primer gesto claramente solidario es el de la misma María que, aceptando ser parte de un proyecto que la trasciende, ofrece voluntariamente su cuerpo para acunar la vida. No lo hace de manera resignada ni por la presión de un sistema patriarcal que la coloca en ese rol que no puede evitar. Lo hace porque intuye el germen revolucionario que como mujer puede aportar a la construcción de un mundo nuevo. Y eso queda más que claro en su Magníficat, esa canción subversiva y plena de esperanza, porque expresa la solidaridad de la divinidad con un pueblo sin horizontes que ella ayudará a hacer posible. La joven María que cierta tradición ha limitado a un rol de mera portadora de la divinidad, es mucho más que eso. Es una profetiza que comunica un proyecto de sociedad en el que los valores dominantes ya no serán los del poder asociado a la posesión, sino el valor de la diaconía como articulador de las relaciones humanas justas: “llenó de bienes a los hambrientos y a las hambrientas”. Diaconía entendida no como un gesto de asistencia en una situación de emergencia sino como un nuevo ordenador de la sociedad: “puso en alto a los humildes”. Una diaconía de la redistribución y que es cumplimiento de las promesas postergadas por demasiado tiempo. Una diaconía de la esperanza. Un segundo gesto que me parece bueno resaltar ese el de la sororidad. Cuando María acepta liderar este proyecto de la divinidad, también es consciente de las reacciones que puede generar en su entorno inmediato. Y decide salir, con cierta rapidez dice Lucas 1:39, hacia la casa de su prima Isabel, quien la recibe por unos cuántos meses. Esa acción habla de cómo las mujeres elaboran estrategias de acompañamiento solidario en momentos cruciales de la vida. Hay una acción solidaria de José también quien, venciendo la reacción lógica de un hijo del patriarcado, que posiblemente hubiera rechazado a su amada embarazada, asume un rol paterno necesario en tiempos que no sabían de maternares sin pareja. ¿Cómo llegaron María y José de Nazaret a Belén? 156 kilómetros de camino polvoriento, ascendente, sin transporte adecuado. En ese camino tienen que haber comido en alguna mesa que les hizo espacio, deben haber dormido cerca del fuego de pastores compasivos (que luego serán los invitados de honor a la presentación pública del bebé recién nacido), posiblemente alguien les ofreciera llevarlos un tramo del camino en camello o en burro. Pequeñas sospechas pero que guardan relación con la incipiente irrupción de la solidaridad divina en la historia de las personas. Finalmente, otro indicio de solidaridad oculta o no siempre bien entendida es el de la hospitalidad. Se nos ha instalado que Jesús nació en un lugar reservado a los animales, siguiendo el relato lucano. El Evangelio según Mateo, en cambio, habla de una casa (2:11) y Juan habla de una tienda (1:14), aunque esa imagen es más metafórica que real. De todos modos, no hay que descartar que aparece, incluso en el más crudo relato de Lucas, la solidaridad de alguna persona que, ante la desesperación, la angustia y la necesidad de la madre primeriza y del padre preocupado, siente un dejo de genuina compasión y le ofrece a los recién llegados el lugar que tenía disponible, sea cual fuera ese sitio. Que este tiempo que estamos transitando se convierta también en una invitación oportuna, en el contexto de una pandemia que nos ha golpeado muy fuerte y que ha desnudado la fragilidad de los sistemas que hoy rigen la vida en el mundo, para reflexionar sobre la Navidad como una invitación a acunar la solidaridad divina que busca transformar las realidades de muerte, dolor, injusticia, opresión, inequidad, en nuevas oportunidades para que la plenitud de la vida se abra camino en medio de una creación que gime por su redención definitiva. Escrito por Gerardo Oberman, Red Crearte

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Un paradigma del compartir: mesas redondas de misión

Ministerios Globales de la Iglesia Metodista Unida y CREAS publicaron este libro que es el resultado de un proyecto de investigación sobre las mesas Redondas de Misión Sudamérica. La publicación de autoría de Humberto Shikiya, Vicepresidente de CREAS, surge del interés de diferentes iglesias metodistas de la región, por profundizar en la metodología y la teología de Mesas Redondas de Misión, como eje central de relaciones, mutualidad, reciprocidad y compañerismo en misión a nivel global. Descarga aquí la publicación 

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