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Recomendaciones para la diaconía ecuménica durante la emergencia del COVID 19

A fines de marzo de 2020, en el contexto de los 20 años de la fundación de CREAS, y en tiempos tan difíciles y complejos que la pandemia del COVID 19 ha instalado, reconocemos la urgencia de movilizar la solidaridad y la cooperación ecuménica para acompañar a quienes sufren las desigualdades e injusticias. Entendemos que estas ya eran preocupantes antes de esta emergencia, agudizadas por arquitecturas económico-financieras que han promovido la concentración de capitales en pocas manos y que deben ser modificadas en función del bien común. La pregunta era qué hacer, cómo continuar en un nuevo escenario, totalmente impensado, inesperado, diferente a cualquiera de las prácticas precedentes. Pensamos que era fundamental, desde nuestro fondo de pequeños proyectos en Argentina y el Gran Chaco Sudamericano, saber qué pasaba en las iglesias y organizaciones sociales y comunitarias, por dónde pasaban sus necesidades y expectativas. En estos tiempos de pandemia del Coronavirus, vimos la necesidad de movilizarnos a formular un protocolo de trabajo que protegiera a quienes están en el campo diaconal y del desarrollo socio económico y comunitario. Encontramos en Jorge Fernández el conocimiento y las herramientas para lograrlo. Es eso lo que queremos poner a la disposición de las iglesias y comunidades, como una contribución de CREAS al llamado profético de acompañar con esperanza la reflexión y la acción para incidir en la promoción de nuevas formas de desarrollo sostenible con mayor justicia y que protejan la vida en su plenitud y nuestra casa común. Descarga PDF aquí

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Foto: British Methodist Church

Declaración sobre la propuesta del gobierno británico de reducir la ayuda exterior

CREAS es asociada hace mucho tiempo de Iglesia Metodista en Gran Bretaña y considera que ahora no es el momento para que el gobierno británico reduzca apoyo a comunidades que sufren consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia. En la respuesta al gobierno británico , Shikiya resaltó que nuestros líderes religiosos y sociales han expresado “nadie puede salvarse solo”, necesitamos del amor, la misericordia y la compasión. Los organismos internacionales afirman con certeza que quienes más sufrirán el impacto de esta pandemia serán los más pobres aumentando las desigualdades que ya teníamos antes de la irrupción de la pandemia. «Estamos decepcionados por la falta de sensibilidad social ante presente crisis, especialmente hacia quienes más sufren consecuencias económicas, sociales y ambientales”, expresó el Vicepresidente de CREAS Humberto Shikiya en respuesta a propuesta de gobierno británico de disminuir la ayuda exterior. «Frente a la propuesta que el gobierno de Reino Unido presentará este miércoles al Parlamento Británico, para que decida entre otras medidas: la reducción del presupuesto de la ayuda internacional del 0,7% al 0,5%; queremos expresar como organización basada en fe que nos sentimos decepcionados por la falta de sensibilidad social frente a la crisis que el mundo vive, especialmente a quienes más sufren las consecuencias económicas, sociales y ambientales.» «Si el Parlamento Británico adopta la propuesta del gobierno del Reino Unido de reducción de la cooperación internacional, se verán afectados negativamente los proyectos que ha apoyado en varias áreas de los países de LAC, a través de programas de resiliencia climática de socorro en casos de desastre, desarrollo económico, educación, salud, desarrollo de la resiliencia alimentaria, apoyo a los derechos humanos y la democracia, preparación para desastres, reorientación de las desigualdades de salud de género y más. Esta decisión hundirá a muchos países en una mayor pobreza.Si además de ello, el gobierno británico aumentará su presupuesto nacional en la defensa, su política de cooperación internacional estará tomando un rumbo dando la espalda a millones de personas pobres que veían en esa ayuda las semillas de esperanzas de otro mundo diferente.» «Por ello, desde CREAS, la organización que represento, no sólo manifiesto mi decepción sino que alzo mi voz para apelar fuertemente a que esta propuesta no se lleve adelante, sino que en este tiempo de Adviento y Navidad, volvamos todos nuestros ojos al Dios que se hizo niño en un pesebre, para que haga brotar en nuestros corazones y mentes la sensibilidad, la misericordia y la caridad, Seamos portadores de buenas noticias hacia quienes son nuestros hermanos y hermanas que más sufren, para que la esperanza renazca en más dignidad humana y cuidado por nuestro ambiente» , concluyo Shikiya en su comunicación. Lee la declaración completa aquí

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¡Sí importa! Sensibilidades pastorales en los tiempos del COVID19 – COLOMBIA

En términos biológicos el COVID-19 afecta a todo ser humano en forma diferencial, pero las condiciones culturales, las desigualdades sociales y la injusticia de género, hacen aún más dramáticos y extensivos los efectos del manejo de la pandemia y generan afectaciones asimétricas por estructuras históricas y culturales. En otras palabras, el COVID-19 no es la causa principal de los problemas de priorizados estos días, es solo el disparador de las consecuencias de una situación arraigada que en Colombia no se ha podido superar. Con la mirada en el texto bíblico, se puede decir que para el COVID-19 sí importa cuando una persona es afrodescendiente, migrante venezolano, indígena, pobre, vendedor informal, excombatiente, líder social, campesino, mujer o niña. Esto va en contravía de la proyección pastoral de la comunidad cristiana a la que se dirigía Pablo en Gálatas 3:28, en la que se plantea que, por la unidad de la comunidad generada por la fe en Cristo, “no importa”-n los condicionamientos que vienen por las segregaciones culturales, las rupturas sociales y las desigualdades de género. El problema es que, en Colombia frente al COVID19, sí importa-n y mucho. La sensibilidad global reclama la importancia de la vida y necesitamos traducirla a los problemas de segregación en Colombia. Las vidas negras importan, también las de familias venezolanas y las de las comunidades indígenas. Se tiene que decir porque en el país emergen relatos del sufrimiento de comunidades vulnerables entre tantos que no alcanzan la opinión pública. Por ejemplo, la historia de Anderson Arboleda, un líder negro de 24 años en una región del país azotada por la violencia, que muere a causa de una golpiza de la policía, conforme al relato de sus familiares. Esta historia se suma a los múltiples abusos de la policía. Otro ejemplo es la historia de Dayana Herrera, migrante venezolana y vendedora de dulces en el servicio público, quien llegó a Colombia con dos hijas de 14 y 10 años, un hijo de 3, su esposo y su padre quien murió por falta de atención médica por no cumplir trámites burocráticos. Un ejemplo muy triste fue la historia de Cristina Bautista, lideresa de la comunidad indígena Nasa y de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, quien expresó, antes de ser asesinada, el sentir resumido de muchas personas en el país: “si nos callamos nos matan, si hablamos también, entonces, hablemos”. Foto: EL TIEMPO Las vidas de los habitantes de barrios pobres importan, también las de seres humanos que buscan el sostenimiento económico diario, las de individuos que entregaron sus armas creyendo en un proceso de paz, o las de líderes y lideresas que luchan por sus comunidades poniendo en riesgo su propia vida y la estabilidad de su familia. Las frías estadísticas demuestran que estas vidas en realidad no importan. Según cifras de la Universidad Nacional de Colombia debe asegurarse una renta básica para cubrir al 39,8% de personas en condición de vulnerabilidad, 19,8% de pobreza, 7,2% de pobreza extrema, o el 48,1% que viven de la informalidad. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz ya son 200 excombatientes asesinados, firmantes del acuerdo de paz. La organización Somos Defensores documenta una lista de 442 líderes sociales asesinados desde la firma de dicho acuerdo en septiembre de 2016 a marzo de 2020. La vida de las mujeres y niñas sí importan, pero hay una sombra de duda en la realidad colombiana. Dos ejemplos, en primer lugar, Luz Esmilda Bernal, madre de cuatro hijos, se armó de valor para denunciar a su compañero sentimental, un individuo que la golpeaba y maltrataba sicológicamente, pero su valor le costó la muerte pues fue asesinada a balazos por ese delincuente. A junio, de 2020 ya son 99 mujeres asesinadas con el agravante de un contexto de pandemia. En segundo lugar, una niña de 12 años de la comunidad indígena Embera Chamí, fue violada por un grupo de militares en una zona rural. Esto último se suma al desenfoque de la operación de las fuerzas militares, de las cuales se ha documentado graves denuncias por perfilamientos varios personajes entre las cuales hay mujeres periodistas. Además de desenfocada, Colombia está terriblemente enferma y no solamente de COVID-19 con alrededor de ciento sesenta mil contagiados y seis mil muertos en cifras oficiales, en el momento de escribir este texto. Además, padece un trastorno que la ha llevado sistemáticamente a usar la demonización de los enfoques en poblaciones vulnerables, como herramienta política contra los esfuerzos por la construcción de paz. Ese trastorno la ha inducido a resguardar su conciencia abstrayendo las obvias y deliberadas agresiones a causa de segregación racial, clasismo social y desigualdad de género, trivializando esas vulnerabilidades en infames y simplistas opiniones sobre el sufrimiento común y complicaciones del destino. “La COVID-19 es clasista”, es el título de una de las tantas lecturas que dan cuenta de la devastación social de estos tiempos. En esa línea de pensamiento, se puede decir que la sociedad colombiana es racista, clasista y discriminadora. El tratamiento a una situación tan grave puede ser inspirado en una comprensión bíblico-pastoral, que, en el caso de Gálatas, desborda a la comunidad cristiana porque se constituye en una base para la exigencia de una sociedad justa e igualitaria. Es la esperanza y la fe depositada en Cristo, una inspiración a vivir modelos alternativos en las iglesias que puedan ser replicados en proyectos pastorales de diaconía que luchen contra la exclusión por factores étnicos, sociales y de género. Si Colombia se enfoca en eso, puede lograr su sueño de paz. Jhon Martínez, pastor colombiano, Área de Religión y Desarrollo de CREAS – Julio 2020.

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Iglesias ante los impactos y desafíos de la pandemia en la Amazonía

Por Obispa Marinez Bassotto, Obispa de la Diócesis Anglicana de Amazonía, Brasil. Según el sitio web APIB (Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil), el 26 de octubre hubo 37.777 casos confirmados de Covid-19 entre indígenas, 862 indígenas murieron y 158 es el número de personas indígenas afectadas por Covid-19 hasta la fecha. El estado con mayor número de indígenas contagiados y también el mayor número de muertes del Amazonas. En las comunidades quilombolas de la región amazónica, según una investigación de la Universidad Federal de Amazonas (Ufam), la tasa de mortalidad de la enfermedad alcanza el 17%, mientras que el promedio mundial está entre el 0,9% y el 1,2%. Esto hace visible como el discurso irresponsable y el intento de minimizar las consecuencias del Covid-19, así como la falta de acción rápida, tienen un impacto directo en la vida de las comunidades más empobrecidas. Los datos anteriores denotan un proceso de necrolítica (política de muerte) que apunta a matar simbólica y físicamente a poblaciones vulnerables. Por si fuera poco, nos encontramos ahora a las puertas del juicio de Marco Temporal por parte del STF. Necesitamos más que nunca ser conscientes de que lo que está en juego es el reconocimiento o la negación del derecho a la tierra, que es el derecho más fundamental de los pueblos indígenas. Esta decisión tendrá un impacto en el futuro de cientos de poblaciones indígenas y puede dificultar aún más las demarcaciones, que son esenciales para la supervivencia de las poblaciones indígenas. Abordamos este juicio sabiendo que el silencio, las ironías, la intención de minimizar las consecuencias de un juicio favorable a la tesis defendida por los ruralistas, se configuran en una estrategia sistemática de un gobierno que defiende la flexibilidad de las leyes y pasa por alto la violencia resultante como invasiones y actividades ilícitas, el acaparamiento de tierras, la minería y la tala en tierras ahora protegidas. Como resultado de esta situación, el mundo está viendo cómo las llamas consumen parte del bosque que contiene la mayor diversidad biológica y cultural del planeta, así como la muerte de las poblaciones forestales. Captura de Pantalla 2020-11-03 a la(s) 18.35.46 Como Iglesia cristiana, incrustada en este suelo amazónico, la Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil, a través de la Diócesis Anglicana de Amazonía, repudia esta situación de muerte, denuncia todas las actitudes de irrespeto socioambiental, y busca testimoniar en palabras y obras la experiencia del amor y búsqueda la vida plena para todas las personas según el mandato de Cristo. Por eso se solidariza con el dolor y sufrimiento de los pueblos de la Amazonía, siendo una presencia amiga y consoladora para las familias indígenas en duelo y para las comunidades en extrema vulnerabilidad. Y eso significa tener el coraje y la osadía de levantarse como voz profética en defensa de la vida y unir fuerzas para que se respeten los derechos de las poblaciones más vulnerables, así como acompañar a estas comunidades de manera amigable y solidaria. Ocurrió durante el funeral de un liderazgo indígena que murió por complicaciones del Covid-19 en las afueras de Manaus. El señor Paulino, de la etnia Karapãna, era miembro de otra iglesia y sus pastores se negaron a asistir a su familia y a su funeral debido a la distancia, ya que su cuerpo tendría que ser trasladado a su aldea para ser enterrado allí. En medio de la selva, ocho horas de viaje por el Río Negro hasta llegar al Río Cuieiras. Pero el hermano Luri Lima, anglicano de Manaos, lleno de ardor misionero, estaba listo para ir, a rezar con la familia del cacique fallecido, a consolarles y a ser signo de la presencia anglicana en ese lugar y en ese momento de tristeza. Encontrar y contemplar la vida divina en las profundidades de la realidad ,es una misión de esperanza, encomendada a anglicanas y anglicanos. La presencia y misión de la Diócesis Anglicana de la Amazonía nos hace comprender que la Amazonía es una tierra de sufrimiento y redención. Estar con el pueblo de Dios es una experiencia de seguir a Cristo que carga con la cruz, y eso significa que debemos abrirnos, con Él, a todo tipo de sed que aflige hoy a la humanidad. Cristo es el alimento por excelencia, la respuesta a toda hambre y sed. Es el pan de vida que, saciando al hambriento, lo une y lo pone en comunión. Nadie pasa hambre junto a Jesús, quien nos llama y nos envía a los más pobres: «¡Denles de comer!» (Lucas 9, 13). El 31 de agosto, la Comunidad Anglicana de Manaus, con la ayuda del Fondo Arzobispo de Canterbury, el intermediario del Servicio Anglicano de Diaconia (SADD) de la Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil y el aporte logístico de la Diócesis Anglicana de Amazonía, realizó la entrega de canastas de alimentos básicos a familias indígenas de la capital de Amazonas que aún sufren los grandes impactos de la pandemia Covid-19. Con esta acción social y misionera, la diaconía anglicana en Manaus pudo contemplar familias de cinco (5) comunidades indígenas de diferentes etnias: Asociación de Mujeres Indígenas del Alto Río Negro, Wotchimaücü (Tykuna), Parque Tribal (Tarumã), Comunidad Indígena Tarumã-Açú (Aldeia Gavião y Aldeia Yupurangá) y algunas familias indígenas que habitan la región de Rio Cuieiras. La misión anglicana en la Amazonía implica el servicio de la fe y la promoción de la justicia; nunca uno sin el otro. La gente necesita comida, alojamiento, amor, verdad, relaciones, significado para sus vidas, promesa, esperanza. Los seres humanos necesitan un futuro en el que puedan garantizar su plena dignidad. Esto ya está en el corazón de la misión de Cristo, una misión que, como fue particularmente evidente en Su ministerio de curación, fue siempre más que física. Nuestra misión de anglicanas y anglicanos en el corazón del Amazonas encuentra su inspiración en este ministerio de Jesús. Siguiendo a Jesús, nos sentimos llamadas y llamados no solo a llevar ayuda directa a las personas que sufren, sino también a restaurar la integridad de las

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COVID-19 y la Educación como Derecho

La pandemia del COVID-19 ha tenido en América Latina un cuádruple impacto: sanitario, económico, político y educativo. Me concentraré en este último punto, no desligado de los anteriores, teniendo en cuenta la realidad presente y la que se proyecta en el período post pandemia. De tres maneras el cierre de las escuelas, la desigualdad digital y la emergencia de alternativas no formales ha afectado a las familias, comunidades y organizaciones. La escuela (entendida como todo centro educativo) es un organizador de la vida social más allá de su función pedagógica. Organiza tiempos, permite trabajar a padres, madres y cuidadores/as, brinda servicios de alimentación, proporciona en algunos casos los únicos espacios de conectividad disponibles. Es el espacio constitutivo de lo social por excelencia en la infancia y adolescencia, pero su alcance se proyecta a la sociedad en su conjunto. Por otra parte, escuela es el entorno de transmisión y apropiación de saberes valiosos para una sociedad, que se traducen en habilidades fundamentales para la vida cultural, social y económica, y en la posibilidad de construir un sentido compartido de ciudadanía y de derechos. Más allá del desarrollo cognitivo, de habilidades y de valores, la escuela es un ámbito de significación de lo social, incluyendo a la pandemia como contexto y como vivencia para los actores del proceso educativo. El cierre de los centros educativos y la desigualdad digital han afectado la continuidad de los aprendizajes en un sentido amplio. En tercer término, el marcado énfasis en lo cognitivo, en particular a partir de la escuela secundaria, deja en evidencia las pocas herramientas en los modelos tradicionales para atender los efectos socioemocionales o psicosociales de la pandemia en los niños/as y jóvenes, las familias y los/as docentes. Padres, madres y cuidadores/as (en particular las mujeres) intentan conciliar la vida laboral, las responsabilidades familiares, las actividades en la comunidad, y su propio bienestar personal. El aislamiento, la reducción de interacción social, la interrupción de las rutinas, la convivencia en espacios reducidos, las limitaciones tecnológicas, la privación de métodos de aprendizaje tradicionales ha resultado en mayores presiones, estrés y ansiedad. No es posible pensar en desarrollo cognitivo sin conexión social y seguridad emocional. Los gobiernos de la región y los organismos multilaterales han dado ya una voz de alerta sobre la manera como la pandemia ha profundizado las desigualdades preexistentes en el ámbito educativo. Existe un reclamo unánime de los organismos de política públicas sólidas que aseguren el derecho a la educación, en particular de las poblaciones que viven en condiciones socioeconómica de mayor vulnerabilidad. En este sentido, es claro que la responsabilidad para asegurar el acceso y ejercicio del derecho corresponde a los Estados, priorizando la vida y salud de la población. ¿Pueden sumar esfuerzos la sociedad civil y las iglesias para contribuir a que niños, niñas y adolescentes gocen de la educación como derecho? Observamos cinco dimensiones en las que la diaconía de las iglesias puede hacer un aporte: En la resignificación y sostenimiento de la organización comunitaria a nivel territorial. La pandemia ha alterado la interacción y la calidad de los vínculos a nivel comunitario, y en lo educativo ha significado un corrimiento de los roles tradicionales. Los/as educadores no solamente desempeñan tareas diferentes; también ha cambiado su relación con las familias, y el propio lugar social del educador/a se ha modificado. Padres, madres y cuidadores/as se han visto repentinamente jugando roles docentes. Niños, niñas y jóvenes se encuentran en un lugar de educando muy diferente al que existía hasta ahora. Poder hacer significativas las prácticas, su sentido subjetivo y sus implicancias sociales es una tarea urgente de las organizaciones de base y de las iglesias, para poder fortalecer el entramado social en el territorio. Promover y sostener la organización en lo territorial es clave para pensarse como comunidad educativa, que habilite a instituciones, educadores/as y familias a una la reflexión sobre los problemas de la educación preexistentes y los derivados de la pandemia, y a la elaboración de soluciones apropiadas a los contextos y las capacidades locales. En el rescate de la perspectiva de la educación popular como proceso político pedagógico inscripto en la historia de los movimientos sociales y del movimiento ecuménico latinoamericano. Esta perspectiva nos coloca ante dos preguntas clave: primero, aquello que Paulo Freire llamó el “inédito viable”, la dimensión utópica cuya construcción política se constituye en un imperativo ético. Es la cuestión de qué sociedad queremos ser y construir, qué saberes son necesarios, qué es necesario aprender y cómo. La segunda pregunta es sobre lo que podríamos llamar el “inédito real”: la conciencia de que estamos viviendo un tiempo realmente inédito a nivel global, y que nos debe llevar a plantearnos qué es lo que podemos y debemos aprender de este tiempo. Es decir, cómo constituimos espacios de construcción del sentido subjetivo y social de la experiencia en la pandemia y sus implicancias culturales, económicas y espirituales. En este contexto ya transformado, es necesario movilizar saberes para orientar el cambio a realidades más justas y solidarias. Esto implica también revisar contenidos y métodos a las nuevas condiciones en que se desarrolla la tarea educativa: la inadecuación de los locales para el distanciamiento, las consecuencias de la desigualdad digital, la carencia de habilidades en el uso de tecnologías, y al mismo tiempo actualizar de manera creativa las mejores estrategias elaboradas en la tradición de la educación popular. En el fortalecimiento del apoyo psicosocial y pastoral a las familias y a los educadores y educadoras. La comunidad de práctica de apoyo psicosocial de ACT Alianza realizó un relevamiento del impacto psicosocial de la pandemia derivados del distanciamiento social, el relacionamiento mediado por tecnologías, la violencia de género, el incremento de la carga de trabajo sobre las mujeres, y los problemas económicos. Éste es un tiempo en que más que nunca se necesita una acción educativa en favor de la empatía, la solidaridad, el apoyo mutuo, la tolerancia. No siempre los modelos educativos tradicionales han prestado suficiente atención a esta dimensión. Se ha desconocido que las habilidades socioemocionales

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¡Las vidas importan! ¿Cómo ser una voz profética en nuestros días?

Brasil es un país con sólidos principios religiosos. ¿Cómo podemos ser una voz profética? Si preguntamos a cualquier brasileño o brasileña si confía en Dios, independientemente de su tradición religiosa, un número grande y significativo de personas dirá que sí, ¡creen! Pero, ¿cuánto interfiere esta creencia en las relaciones humanas? Con el advenimiento del COVID 19 al Brasil, traído por personas de la clase alta, que hicieron viajes internacionales y se contaminaron en el extranjero, tuvimos que aprender a lidiar con nuestras fragilidades personales e institucionales. Uno de los primeros casos en el país fue el de un hombre de 61 años, residente en São Paulo, que en febrero pasó dos semanas en Italia. Fue internado en el caro Hospital Albert Einstein, su diagnóstico fue confirmado el 26 de febrero, y se curó de la enfermedad dos semanas después. Pero, como ya se había visto en otros países, el virus se fue extendiendo rápidamente, y algo que para algunos era sólo una “gripecita” ha diezmado a miles de personas diariamente en Brasil. Hoy el coronavirus mata más en la periferia que en los grandes centros y en los barrios de clase alta. Mata más a negros, pobres, personas ancianas que viven en situaciones precarias de falta de saneamiento básico, muchas que viven en casas de pocos metros cuadrados. La condición primordial para evitar la infección del COVID 19 es simplemente imposible. Mientras que las personas de clase media-alta se han refugiado en sus casas de campo, chacras y haciendas, lo que les permite un aislamiento sin precedentes, la población pobre y que vive en las zonas periféricas se enfrenta diariamente al virus en sus casas, en el transporte público o en sus actividades económicas. Es un hecho que el gobierno federal tardó mucho tiempo en reaccionar, en darse cuenta de las demandas que llevaron a millones de brasileños y brasileñas a luchar por la supervivencia en todos los sentidos. Y continúa sin actuar. Incluso con la legislación internacional que prevé acciones de protección específicas para los diferentes pueblos, incluyendo las poblaciones indígenas y tradicionales (como el Convenio 169 de la OIT), con tratados y políticas nacionales dirigidas a la inclusión y el cuidado de personas en situación de vulnerabilidad social, el gobierno federal continúa simplemente pretendiendo que nada de eso existe. Pero los hechos hablan por sí mismos: los números y las historias de las personas que no pudieron luchar por su vida porque no recibieron la atención prevista en nuestra Constitución. En este sentido, la pandemia sirve como lente de aumento para que la sociedad toda no pueda negar el abismo social que la rodea. Por lo tanto, es fundamental poner en evidencia la falta de acción del Ejecutivo y del Legislativo para garantizar la vida de todas las personas. ¡Pero algo más ha ocurrido! Se formó una gran ola de solidaridad, con la ayuda de organizaciones y movimientos sociales, empresas, comunidades religiosas y colectivos garantes de derechos. La triste realidad diaria estampada en los medios de comunicación, llama a la comunidad a la generosidad. Personas de diferentes matrices religiosas han movilizado, y siguen movilizando, alimentos y materiales de higiene, y se responsabilizan de mantener a las familias alimentadas todos los días. Esta acción ha movilizado millones de recursos en donaciones, a pesar de que resultan insuficientes frente a la enormidad de la crisis. El desafío estaba planteado. Las comunidades religiosas necesitaban reaccionar ante una pandemia que causaba pérdidas, dolor y sufrimiento diarios. ¿Cómo ser una voz profética en medio de la pérdida de vidas? Las palabras de 2 Cor 13:11-13 nos invitan a reflexionar sobre nuestra fe en el Dios Trino y las manifestaciones de esta fe en la vida comunitaria, especialmente en el momento actual. ¿Cuál es la autoridad en la fe que seguimos en estos días de distanciamiento social, días en que las comunidades religiosas no podían reunirse en comunidad? ¿Cómo practicar la generosidad hacia quien hasta entonces era invisible para mí y a los ojos del mundo? ¿Cómo reaccionar ante el avance de la violencia doméstica, que victimiza a mujeres, niñas y niños, adolescentes, ancianas y ancianos? ¿Cómo reaccionar ante la destrucción de la selva amazónica por la avaricia del agronegocio? ¿Cómo intervenir ante la exposición de los pueblos indígenas a COVID 19? ¿Cómo no indignarse ante la vulnerabilidad de las comunidades negras tradicionales, que carecen de atención hospitalaria? Podríamos quedarnos aquí, transcribiendo muchas realidades indignas y escandalosas, que niegan la dignidad humana y violan todos los derechos sociales ya conquistados. Es necesario poner en práctica todo el discurso que creemos que es el más correcto y coherente con nuestra fe. La pandemia viene como una intervención para poder asumir en su vida cotidiana la experiencia de la fe. En este caso, necesitan la acción del Espíritu Santo de Dios que derrama sus dones sobre la comunidad. Las palabras que hasta entonces reverberaban en nuestras oraciones ahora crean vida. «Confort» significa ayudarse mutuamente. Amarse «significa amar sin distinción». Sentir lo que el otro siente, y practicar la empatía para entender las diferentes formas de ser. La diversidad está entre nosotros. Nuestros muchos dones necesitan ser dirigidos al mismo foco, al mismo objetivo. Una Koinonia, en la que las vidas son materia. Y eso es todo. Nada más que eso. Todas nuestras actitudes deben ser guiadas por esta meta, este objetivo – la vivencia del Reino, en la misericordia, el perdón, la gracia, la paz y el amor. Escrito por Ana Gualberto – Historiadora con Maestría en Cultura y Coordinadora del Eje Derechos de la Comunidades Negras Tradicionales de KOINONIA. Ester Lisboa – Asistente Social y Coordinadora del Eje Derechos de las Mujeres y Población LGBTQIA+ de KOINONIA.

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Voces internas desde Bolivia para retornar al corazón de la vida

“La humanidad es un bello sueño creíble, con legados palpables en rostros y lenguajes de abundantes “economías”, utopías e iconografías vivientes, la riqueza más preciada para nuestros territorios diversos; no siempre comprendidos. Nos llegaron terribles “visitantes” catastróficos, y hoy una pandemia, hambrunas y demás; y nos hemos arreglado y negociado con éstos fenómenos desde lo ancestral; llegaron y se quedaron con nosotros¡”  E.Ch.Y./TM2020Bol. Lo de Bolivia, no sólo es una crisis “sanitaria” sino también una crisis política polarizada, racismo mediático, con acciones directas y simbólicas de negación y rechazo. Siendo catalizadores de mucha indignación.Venimos de procesos dolorosos en nuestra historia, y en los últimos años se intentaron hacer cambios estructurales, sin lograr romper con las estructuras de un Estado Colonial, llegando a la instrumentalización de las organizaciones llamadas “indígenas”, y procesos de cambio, en la que hemos apostado, y hoy rebasa a cualquier partido político. Existen negociaciones infructuosas, pactos de Unidad entre políticos que no generan condiciones de credibilidad. No hay interlocutor válido quien recoja las demandas históricas ante un Estado que no tiene legitimidad.Un gobierno transitorio que se toma atribuciones, afectando significativamente  Derechos como la Salud, Educación, la cultura. Con cambios de ministerios al interior de éste gobierno, que son escandalosos.  Sumado a éstos datos altos en feminicidios, infanticidios en las ciudades y sectores periurbanos y abandono de los Pueblos Originarios. Momentos de extrema tensión ¡ Las elecciones en Bolivia, es un tema central y una alternativa en nuestro imaginario de cambio que podría poner orden al caos. Es momento donde tenemos que construir nuevamente; reorganizarnos y materializar lo propuesto y agendado en un Estado Plurinacional y nos permitamos dialogar en otro plano. La resistencia, contención desde lo andino y amazónico en solidaridad, son valores ancestrales entre los Pueblos que se reconocen, así como las marchas por la Vida y la Dignidad. Y vemos que el actual gobierno transitorio apoya políticas en favor del Agro negocio (transgénicos), y modelos extractivos, socavando la riqueza de los Pueblos originarios y que afectarán a todo el planeta. Sabemos también que es una tarea nuestra, y nadie vendrá a solucionarlo y esto requiere de nuestra voluntad, saberes, con todos los sectores articulados orgánicamente; ya que de otra forma podríamos desaparecer ante éste contexto de crisis política, económica y mundial; e integremos todos con la misma dignidad en lo que se llama identidad nacional. En una reivindicación de todos, grandes, pequeños, jóvenes y viejos de todas las comunidades. Sumado calidad y compromiso con la participación de mujeres.La frase “otro mundo es posible” Hoy resuenan más fuerte,  y desde dónde hemos hecho camino? desde qué paradigmas? Sabemos, que toda creencia, “fenómeno religioso”, afecta la realidad social, cultural y político. Siempre ha existido el fenómeno religioso: el mediador entre el pueblo y el gobierno. Hemos obedecido a perfección los mandatos “divinos” y sus paradigmas y así hemos vivido. Ahora, es vital replantearnos una dislocación de espacio- tiempo, para mirar con esperanza otra realidad, y podamos retornar a una existencia digna desde nuestro interior, con nuestras verdades y “teologías” en un horizonte amplio y pleno, de y para una humanidad sagrada.Se habla de contenido y forma.  Conectar con otras sabidurías, novedad y frescura pero con trampas de una mentalidad antigua, es un alto riesgo. El slogan: “La Biblia va a volver al palacio de gobierno”   Como proceso, hay que seguir trabajando para romper la colonialidad interna, entre otras efervescencias cristianas y seculares. Están muy presentes las conexiones que hace la gente de barrio, artistas, movimientos ambientales, y demás actores y la “ausencia” de las iglesias es visible. No hay conexión. Los derechos humanos empieza aquí, entre diferentes y sus respuestas para tener nuevos relacionamientos en la cotidianidad. Es este estado de situaciones de sobrevivencia, la cultura se podría entender desde las políticas públicas e involucrar de otra manera y con transparencia. Y honrar un “Lugar” no desde la jerarquización y desprecio, sino de ida y vuelta. Una lectura de esperanza, es revitalizar la imaginación dentro éstas lógicas y encierros, Es una la paradoja.¡¡¡ Que la creatividad florezca, y veamos más allá de lo aparente. Las interpretaciones, la lectura e imágenes de nuestros territorios con cánones monolíticos trasplantados, han sido instrumentos de negación para una gran parte de la humanidad, y perdemos mucho cuando se extingue una «lengua” y nosotros  perdemos una parte de nuestra humanidad. La escucha profunda, un diálogo sin gramáticas hegemónicas estereotipadas que haga posible nuevos relacionamientos en el aquí y ahora ¡ Hacen falta todas las estéticas y sabidurías con ética y belleza para sostener este desafío en solidaridad en una comunidad diversa como es el planeta. Erlini Tola Medina: Teóloga, educadora popular, artista, artesana y cantautora. Es parte de la Comunidad de Sabias y Teólogas de Abya Yala y de la Red Ecuménica de Teólogas en La Paz, Bolivia. Es directora del Museo Vivo Interactivo «YATIYAWI» y ejerce su pastoral desde su identidad espiritual Quechua Leco.

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