Castelli es una localidad de la provincia de Chaco, Argentina, ubicada a 1600 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Hace parte de la zona del Impenetrable chaqueño, una zona que presenta grandes sequías a lo largo del año que han ido aumentando con el cambio climático.
La pandemia del COVID19 hizo más evidentes las dificultades de las familias de la zona, el acceso al agua, la seguridad alimentaria, la falta de conectividad o incluso de energía eléctrica. Una persona habitante de Castelli, debe caminar entre seis y diez kilómetros para tener acceso a agua potable para regar su huerta o consumir alimentos. Según la Federación Junta Unida de Misiones, las familias de Castelli son, en su mayoría, familias extensas que habitan un mismo terreno durante tres generaciones. Con la pandemia su situación económica se vio seriamente afectada, ya que muchas de estas familias viven de changas que hacen fuera de su territorio. Dentro de las familias son los y las jóvenes quienes han estado más vulnerables a las problemáticas de la zona y muchos de ellos no tienen un proyecto de vida personal.
Por esto, la Junta Unida de Misiones con el apoyo de CREAS, desarrolló el Proyecto de Vida Familiar y Vida Sana Frente al Covid 19 que buscó promover través de la creación de huertas familiares, la construcción de proyectos de vida con espacios de formación virtual y presencial sobre seguridad alimentaria, liderazgo, roles y tareas para el mejoramiento de la dinámica y la economía familiar. El proyecto se enfocó en el acompañamiento a las familias porque desde ahí se llega a las personas jóvenes y la niñez.
Las capacitaciones a las familias se hicieron con el apoyo del INTA y del municipio Castelli. Además, a las familias se les brindaron herramientas de agricultura y semillas para la construcción de las huertas. Carlos Mansilla, joven estudiante de secundario que hace parte del proyecto, contó “hemos aprendido a no desperdiciar cosas como la cáscara de alimentos que no sabíamos que era buena para las huertas y las empezamos a utilizar. Con la huerta ha cambiado la salud de mi familia, el gusto de la comida. Trabajamos mi sobrina y yo, yo le he enseñado a ella a trabajarla cuando yo no estoy, nos vamos turnando”
En un inicio el proyecto se planteó llegar a 20 familias de la zona, sin embargo, gracias al entusiasmo y réplica de los y las jóvenes de la comunidad, se han sumado más jóvenes con sus familias y ahora son 30 las huertas hay en el territorio. De acuerdo con Raúl Romero, coordinador de la JUM “Los y las jóvenes son los que más han estado implicados con las huertas, que han mejorado el peso y la nutrición de las y los niños de las familias que participan en esta iniciativa”
“Con la huerta en nuestra casa ahorramos. Al producir nuestros alimentos en casa los tenemos frescos todos los días y no tenemos que ir a buscarlos en otro lugar. En un principio trabajaba yo en la huerta y mi familia se inspiró y empezaron a hacer sus propias huertas” es el testimonio de Sonia Gómez, una de las jóvenes beneficiarias del proyecto, que evidencia cómo la creación de las huertas ha transformado su entorno familiar y asegurado una alimentación sana.
Desde CREAS buscamos apoyar proyectos que contribuyan al cuidado de la Casa Común, la seguridad alimentaria, la justicia social y una mejor calidad de vida para las comunidades. Rosaura Andiñach, responsable de Procesos Comunitarios en CREAS, expresó “El proyecto con la JUM responde a la necesidad de ofrecerle alternativas a los jóvenes en situación de vulnerabilidad social en un contexto en el que además la comunidad requiere iniciativas que refuercen su seguridad alimentaria. Desde el Fondo de Pequeños Proyectos encontramos muy valioso contribuir a estos procesos que abordan varias problemáticas comunitarias con propuestas integradoras”.