Historias

Re-Usar: organización colectiva y reciclaje para transformar la comunidad

La Cooperativa Re-Usar nació en 2021 en Alta Gracia, Córdoba, en el contexto de la pandemia de COVID-19. Un grupo de jóvenes buscó generar un doble impacto en su comunidad: combatir la falta de trabajo y enfrentar la creciente contaminación ambiental generada por microbasurales en los barrios populares. Desde sus inicios, la cooperativa se propuso responder colectivamente a los desafíos de generar ingresos y mejorar el entorno urbano, al tiempo que fortalecía su organización. Las primeras acciones se enfocaron en la recolección, clasificación, compactación y comercialización de materiales reciclables (cartón, papel, plásticos, vidrio, metales y tetra brik), complementadas con campañas de promoción y concientización ambiental. Desde su nacimiento, Re-Usar contó con la colaboración del municipio de Alta Gracia, que apoyó financieramente a la cooperativa. Gracias a esta labor, la iniciativa ha recuperado 410.520 kilos de material. Este año, con el apoyo del Fondo de Pequeños Proyectos de CREAS, pudieron seguir creciendo: incrementaron el material recuperado, y ampliaron las campañas de concientización sobre la separación de materiales y el manejo de residuos. El Crecimiento de Re-Usar     El apoyo del Fondo de Pequeños Proyectos fue clave para la adquisición de cuatro bicicarros, lo que permitió a la cooperativa ampliar y optimizar los recorridos de recolección. También se renovó la indumentaria y los materiales de difusión, facilitando el reconocimiento del equipo en festivales y actividades comunitarias. Desde la implementación de los bicicarros, se han recuperado 97.000 kilos de papel y cartón, lo que equivale a prevenir la tala de 210 árboles. Una parte de este material se vende a una PYME que lo transforma en cajas para pizza. Además, se han recuperado 400.000 botellas de varios usos y 40.000 de lavandina, que se destinan a empresas y PYMES que las utilizan en la elaboración de nuevos productos para la industria textil. En términos productivos, la cooperativa logró un incremento del 7% en el volumen de materiales recuperados entre enero y julio de 2025, en comparación con el mismo periodo del año anterior. Pese a que la caída en los precios de los reciclables limitó la posibilidad de alcanzar la autonomía económica de todas las personas involucradas, los ingresos lograron mantenerse estables, evitando una pérdida significativa del poder adquisitivo. Por otra parte, la cooperativa sumó a su equipo a una persona especializada en comunicación, cuyo trabajo fortaleció la presencia de Re-Usar en redes sociales y medios locales, potenciando las campañas de sensibilización. Re-Usar y la Comunidad     Distintas instituciones educativas se sumaron al proyecto a través de charlas y visitas a la planta de reciclado, generando espacios de aprendizaje y sensibilización sobre la gestión de residuos. Estas actividades han resultado en una disminución de la contaminación en los puntos verdes de la ciudad y un crecimiento sostenido del compromiso vecinal con la separación de materiales. Martín Perpetua, coordinador de la cooperativa, señala: “Hubo un avance en cuanto a educar a la comunidad respecto a lo que es reciclable y lo que no, y las diferencias que hay en la manera de recuperar y lo que se recupera en las grandes capitales con respecto a ciudades pequeñas como Alta Gracia. También hay más conocimiento del tratamiento de los residuos en general, a pesar de que sigue faltando educación ambiental”. Las charlas de promoción ambiental, el trabajo en equipo y la participación activa consolidaron el sentido de pertenencia entre los integrantes del proyecto. Es relevante destacar que el 80% de quienes lo integran son mujeres, y la gran mayoría son madres. «Vemos que las mujeres ahora tienen más iniciativa, se atreven a incorporarse para dar las charlas y han perdido el miedo a contar lo que hacen. Sienten más propio el proyecto, también, y eso hace que tengan más autonomía”, afirman desde la cooperativa. A lo largo de estos años, Re-Usar se consolidó como un espacio de aprendizaje y organización colectiva, demostrando que la economía circular puede ser una vía para el fortalecimiento de la convivencia comunitaria y el cuidado de la Casa Común.

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Capacitación, trabajo digno y fortalecimiento comunitario

La cooperativa Mujeres Solidarias nació en Rosario, Argentina, en 2002 como respuesta organizada y asociativa de quince mujeres de frente a los efectos socio económicos que la crisis de 2001 había dejado en la comunidad del barrio Larrea. Desde entonces la cooperativa promueve iniciativas que apunten a mejorar la calidad de vida de la población, y que creen vínculos comunitarios de solidaridad y participación social. Este año con el apoyo del Fondo Pequeños Proyectos de CREAS, Mujeres Solidarias llevó adelante un proyecto de formación que buscó dar respuesta a la precarización laboral y la falta de empleo registrado que afecta a un gran número de vecinos y vecinas de la comunidad. La propuesta tuvo como objetivo brindar oportunidades laborales y promover la autonomía económica de las familias, fortaleciendo a su vez la economía social del barrio. De acuerdo con Laura Sisto y Susana Olive, quienes coordinan el espacio, este proyecto nace en un contexto similar al de 2001 “sin embargo esta crisis nos agarra a nosotras organizadas, eso nos facilita los procesos frente a esa época en la que recién nos estábamos formando, ahora contamos con un espacio físico que nos da estabilidad y proyección a largo plazo, además de todo el conocimiento que hemos adquirido en estos años”. La cooperativa ya ofrecía cursos de capacitación en distintos rubros como corte y confección, moldería, cuidado de niños y niñas y gestión administrativa para cooperativas, y con esta iniciativa se proyectaron a ofrecer formación en panificados y pastelería, un taller que la comunidad demandaba desde hace unos años. “Para nosotras era un desafío arrancar con el taller de pastelería, no sabíamos mucho del tema y no contábamos con el espacio adecuado para hacerlo, pero las chicas lo anhelaban. Este proyecto apoyado por CREAS, fue una oportunidad. Algunas mujeres le tienen miedo a la máquina de coser, en cambio amasar es natural” contó Laura. Los talleres   Los talleres, organizados bajo la lógica de “aprender haciendo”, ofrecieron capacitaciones en manipulación de alimentos, normas de higiene y seguridad, manejo de maquinaria industrial, técnicas de producción en alta escala, elaboración de masas, panificación, pastelería, costos y marketing, además de instancias de presentación de productos, construcción de redes asociativas y trabajo en equipo. La planificación se ajustó en función de los productos más demandados por las alumnas y sus posibles clientes, potenciando así las oportunidades de comercialización. “El taller superó nuestras expectativas, la mayor distinción para nosotras es que las personas quieran seguir viniendo y enfrentar nuevos desafíos. Llegaron más personas de las que esperábamos, se fue corriendo la voz en el barrio y pudimos recibirlas y capacitar a todas las que llegaban” Laura Sisto. Además de la capacitación, desde Mujeres Solidarias valoran lo que pasó con las personas que participaron de los talleres “Son personas que vienen de situaciones de marginalidad y maltrato, siempre a la defensiva y muy combativas. A través del saber pudieron modificar su conducta. El afecto del entorno que reciben acá las hace superarse, comprenderse y acompañarse en las dificultades con los vínculos familiares” contó Susana. “Alimentando nuestro futuro y tejiendo redes en comunidad”   Los resultados del proyecto fueron exitosos: 34 personas se formaron y hoy, gracias a los saberes adquiridos, han mejorado su empleabilidad, se crearon emprendimientos familiares autogestivos y que generan ingresos propios. De este proceso surgieron tres emprendimientos de pastelería y panificación que funcionan de manera asociativa, consolidando una alternativa real de trabajo digno en la comunidad. Quienes se capacitaron en este primer taller serán quienes formen a los próximos grupos en panadería y pastelería. Además de los logros individuales y colectivos, el proyecto significó un fortalecimiento institucional para la cooperativa como centro de capacitación barrial. Se incorporaron nuevas herramientas y equipamiento, como una mesa de acero inoxidable y hornos industriales, que permiten mejorar la calidad de la formación y ampliar la capacidad productiva. Contar con un espacio dedicado exclusivamente a la cocina para panificación y personas formadas en el tema, representa un avance clave para sostener y expandir las actividades. Desde CREAS, apoyamos a iniciativas con impacto en la economía de las personas y en las comunidades, la sustentabilidad de las organizaciones territoriales, y como una contribución al desarrollo local y a la convivencia comunitaria. Desde nuestra identidad de organización basada en la fe, contribuimos así a la dignificación de la vida en las comunidades.

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Fábrica de pelotas: formación y fortalecimiento comunitario

La cooperativa de trabajo fábrica de pelotas El Brigadier hace parte de la Liga Infantil de los barrios de la ciudad de Santa Fe. La liga es un movimiento que nació en 2013 con el objetivo de unir a los clubes de fútbol de barrios populares que no hacían parte de ninguna oferta social y deportiva o de la liga oficial de la ciudad; y ofrece un espacio recreativo a las familias, niños y niñas que no tienen acceso a los clubes tradicionales. La fábrica de pelotas surgió como respuesta a una necesidad de la liga: tener pelotas suficientes y en condiciones para que todos los chicos y chicas que juegan fútbol puedan hacerlo de manera digna. Este año con el apoyo del Fondo de Pequeño Proyectos de CREAS, pusieron en marcha un taller de fabricación de pelotas para jóvenes que pertenecen a la liga, y así ampliar la red de personas que saben coser las pelotas al tiempo que ofrece a los jóvenes la formación en un oficio. “El proyecto del CREAS sirvió para generar y fortalecer un grupo de cosedores y que se inicie un proceso de buscar y pensar como se puede mejorar el pago de los cosedores y las condiciones de trabajo” Giuliano Carnaghi, coordinador de El brigadier. Un oficio, un espacio de encuentro y un aporte a los clubes   El taller no solo brindó formación técnica. También se convirtió en un espacio de encuentro, diálogo y fortalecimiento de vínculos. Durante las clases, se trabajaron temas sociales y comunitarios, y surgieron instancias informales de encuentro. Participaron 16 jóvenes (8 mujeres y 8 varones) pertenecientes a clubes de la Liga Infantil de los Barrios. El propósito central era formar y perfeccionar a las y los jóvenes en el arte de la confección de pelotas, al tiempo que se fortalecía la red de cosedores que trabaja en la fábrica. Como trabajo final, cada participante fabricó ocho pelotas. Las 128 pelotas producidas en esta instancia fueron distribuidas entre los 38 clubes que conforman la Liga, así cada institución recibió entre tres y cuatro pelotas. La calidad de las pelotas producidas superó las pruebas técnicas, garantizando un producto competitivo. Con el apoyo de CREAS, se optimizó la capacidad productiva de la cooperativa y la articulación con la Liga, en lo que va de 2025 han entregado pelotas a los clubes que han beneficiado a más de 8.000 niños y niñas. “Los mayores cambios los vimos en los jóvenes. Creemos que estos meses fueron un lindo momento de fraternización donde primó la cuestión productiva o laboral pero también surgieron otras inquietudes de índole social, familiar, individual y espiritual. Los terceros tiempos, que consistían a veces, luego del taller, ir a comprar unos maní y unas cervezas para charlar de lo que sea, consideramos relevante estas instancias porque son allí también donde los jóvenes truncan su destino, ya sea laboral o también movilizando preguntas respecto de sus clubes y la función social que cumplen en sus barrios” Giuliano Carnaghi, coordinador de El brigadier. Desafíos y proyección   Si bien el trabajo de cosedor de pelotas es parte de la economía popular y carece de un marco regulatorio formal, la experiencia del taller permitió iniciar un camino para consolidar un equipo de cosedores jóvenes y abrir la reflexión sobre cómo mejorar las condiciones y remuneraciones de este oficio. El proyecto deja como resultado un emprendimiento productivo con impacto social directo: soluciona la necesidad principal de los clubes, contar con pelotas para sus entrenamientos y torneos, a bajo costo y con un estándar de calidad, al tiempo que forma a nuevas generaciones en un oficio que combina trabajo, comunidad y deporte.

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Puente del Sur: economía social y trabajo cooperativo

La Cooperativa Puente del Sur nace en 2003 de la iniciativa de un grupo de trabajadores que decidió generar su propia fuente de ingresos, con trabajo digno, en un contexto marcado por la crisis del 2001. En un escenario donde la economía popular, social y solidaria crecía con fuerza, fábricas recuperadas, pequeños productores, organizaciones barriales y cooperativas, muchos de estos emprendimientos carecían de canales de comercialización adecuados. Puente del Sur llegó para cubrir ese vacío y poner en circulación productos elaborados por unidades productivas autogestivas. Para acercar productos elaborados por unidades productivas autogestivas a los hogares. Desde entonces, la organización se dedica a la comercialización de productos, principalmente de la canasta básica, elaborados por emprendimientos de la economía social y solidaria de distintas regiones del país. Su catálogo incluye alimentos, productos textiles, editoriales, de limpieza, cuidado corporal y juguetes, entre otros. “Creemos que son fundamentales las comercializadoras como Puentes del Sur en las que que proponemos un modelo alternativo a las formas de consumo y producción y cumplimos ese rol importante de unir a la agricultura familiar y emprendimientos de la economía social con el consumo de alimentos del día a día” Lila, Puente del Sur Apostar al territorio y al trabajo local   Puente del Sur está ubicado en el barrio Villa Udaondo, Ituzaingó (Oeste del Gran Buenos Aires). Uno de los objetivos que se propuso el grupo de mujeres que lleva adelante la cooperativa fue fortalecer su vínculo con el territorio. Quisieron sumar emprendimientos locales a su red de comercialización y promover el trabajo cooperativo en la zona. Para eso, era necesario restaurar su local y transformarlo de un depósito a un espacio abierto al público. Gracias al apoyo del Fondo de Pequeños Proyectos de CREAS, pudieron concretar mejoras edilicias: mobiliario nuevo, cortinas automatizadas, mejor organización del espacio y condiciones de trabajo más seguras para las asociadas. Estas reformas facilitaron la apertura del local a la comunidad y dieron mayor visibilidad a la cooperativa en el barrio. Más ventas, más comunidad     Los cambios se notaron rápidamente. Las ventas en el local aumentaron un 20% en comparación con el mismo período del año anterior. A esto se sumó la incorporación de cuatro nuevos emprendimientos productivos locales al catálogo de la comercializadora: Fuega, Panificados Estefanía, Integral Trigas y Alto Bondi Serigrafía. Sostener el trabajo   En medio del actual panorama económico, estas acciones permitieron sostener y proyectar la tarea de Puente del Sur como cooperativa. Las mejoras en el local no sólo optimizaron el espacio de trabajo, sino que reforzaron el sentido de pertenencia y el compromiso con una forma de trabajo que promueve la inclusión, el consumo responsable y el fortalecimiento de las redes locales. “Tuvimos que sentarnos a pensar cuales son las necesidades del espacio, de nosotras como grupo, priorizarlas y ser conscientes de poder llevarlo a la realidad. Invertir el dinero en cosas que hagan que vuelva. Además, aprendimos a trabajar en grupo, nos formamos y enfrentamos los desafíos pensando siempre en el bienestar de todas y de la cooperativa” Gabriela Torres, Puente del Sur La cooperativa sigue creciendo y tienen la expectativa de mejorar aún más sus condiciones de trabajo y optimizar sus procesos administrativos para que los productos lleguen a más personas. y para que todas las mujeres que hacen parte de Puente puedan tener su trabajo en la cooperativa como su fuente de ingreso principal.

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Campo Desde el Pie: trabajo cooperativo y soberanía alimentaria

“Campo desde el pie” es un pequeño emprendimiento que nació de una necesidad concreta: evitar el desperdicio de alimentos. En el predio del mismo nombre, ubicado en Villa San Luis, Florencio Varela , el grupo “Campillo”, parte del Frente de Organizaciones en Lucha -FOL-,lleva adelante la siembra y venta de frutas y verduras agroecológicas. Sin embargo, la producción superaba ampliamente la demanda. Donaron a comedores, regalaron productos, pero aún así el excedente persistía. Frente a esto, surgió una solución creativa: elaborar berenjenas al escabeche. Luego vinieron los tomates, con los que prepararon mermeladas, y así, con cada nuevo fruto, nacía una conserva o mermelada más, que hoy forma parte del catálogo de productos del emprendimiento. “Nos entusiasmamos, dijimos esto va, nos sale rico, es alimento. Lo interiorizamos, estábamos sin laburo o con laburos precarios y empezamos a aprender, a hacer distintos cursos para poder llevarlo adelante” Cintia Galiñanes, referente de Campo desde el Pie Además de la producción agroecológica, el predio cuenta con una pequeña producción apícola y avícola, integradas bajo una lógica cooperativa que apuesta a consolidar una unidad productiva diversificada, con potencial de crecimiento y sostenibilidad. “Como grupo estamos aprendiendo muchas cosas sobre soberanía alimentaria y producción ecológica, que sea amigable con el medio ambiente y con nosotros mismos. Son desafíos que tenemos constantemente. Las seis personas que integramos este grupo venimos de producir en la ciudad y estamos aprendiendo a vivir en y del campo.” Cintia Galiñanes Campo desde el Pie busca generar fuentes de empleo sustentables y de calidad, promoviendo al mismo tiempo hábitos alimentarios saludables. Gracias al apoyo del Fondo de Pequeños Proyectos de CREAS, el grupo pudo remodelar la cocina y convertirla en un espacio adecuado para la elaboración de conservas y mermeladas. También pudieron adquirir utensilios e insumos que optimizan y hacen más segura la producción. El proyecto incluyó además la compra de los elementos necesarios para avanzar con la producción apícola, permitiendo poner en práctica los conocimientos adquiridos en el curso “Mi primera colmena”, realizado por integrantes del equipo. Con esta incorporación, podrán comenzar a cosechar miel para su comercialización, y utilizar la cera producida por las abejas para elaborar paños de cera, una alternativa ecológica al papel film. “Si bien la producción apícola todavía no genera ingresos porque los tiempos de la naturaleza son distintos, requiere un año o año y medio de inversión de trabajo, gracias al apoyo de CREAS podemos quedarnos tranquilos de que tenemos lo necesario para producir de acuerdo a los tiempos que demanda la naturaleza. Ahora no es nuestro principal ingreso, pero tenemos la expectativa de que lo sea en el futuro.” Cintia El Fondo de Pequeños Proyectos apoya iniciativas como Campo desde el Pie, que integran economía popular, soberanía alimentaria y organización comunitaria, promoviendo redes locales que fortalecen a las comunidades y abren nuevas posibilidades para una vida digna.

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Carrillo Cocina: un proyecto para la formación y los vínculos comunitarios

El Centro Juvenil Ramón Carrillo acompaña diariamente a más de 230 adolescentes y jóvenes de entre 12 y 21 años en la localidad de González Catán en la Provincia de Buenos Aires. Allí nació Carrillo Cocina, un proyecto que conjuga formación en oficio con la generación de oportunidades laborales y fortalecimiento del entramado comunitario. Esta iniciativa surge como una respuesta concreta frente a un contexto de alta vulnerabilidad social, donde los jóvenes, junto a sus familias, enfrentan problemáticas como la deserción escolar, la falta de acceso al empleo formal, la inseguridad alimentaria, las adicciones y la violencia. La propuesta Carrillo Cocina, apoyada por el Fondo de Pequeños Proyectos de CREAS, propuso sentar las bases de un emprendimiento pastelero de carácter comunitario, poniendo en el centro a los y las jóvenes como protagonistas del proceso. A través de la organización de talleres de panadería y pastelería coordinados por líderes juveniles del propio centro, buscó brindar herramientas prácticas y conocimientos aplicables al mundo del trabajo. Nochebuena en Carrillo     El proyecto no se limitó a la capacitación. Gracias al apoyo de CREAS, lograron equipar el espacio de cocina con los elementos necesarios para producir en mejores condiciones. Además de fortalecer la lógica de trabajo colaborativo, el cuidado ambiental y el desarrollo de estrategias sustentables que permitan que lo aprendido se convierta en capacidad instalada dentro del propio Centro Juvenil. Lo que comenzó como un espacio de formación fue creciendo hacia una experiencia colectiva más amplia. A lo largo del año, el proyecto promovió la participación de la comunidad vecinal, instituciones del barrio y las familias de los jóvenes. Ejemplo de esto fue la organización de la Gala Institucional y la celebración de Nochebuena en Carrillo, donde los jóvenes, junto a otras personas de la comunidad, cocinaron y compartieron una cena con más de sesenta personas, generando recursos a través de un buffet solidario y reafirmando la potencia del hacer comunitario. Articulando con otros espacios   Carrillo Cocina se articuló con otros espacios como el centro de día y el centro de adultos mayores “Abuelos Felices”, promoviendo vínculos intergeneracionales, espacios de acompañamiento integral y el fortalecimiento del tejido comunitario. Los participantes del programa FINES que funciona en el centro, también se sumaron como consumidores habituales de los panes, bizcochuelos, budines, pizzas, mermeladas, tortas fritas y pastafrolas que se hacen en el taller. El proyecto continúa creciendo. Las y los líderes juveniles ya están impulsando nuevas ideas, como un taller de pan casero y la venta de prepizzas por pedido, con el objetivo de ampliar la producción, generar ingresos genuinos y fortalecer el vínculo con la comunidad. “Esta experiencia, nos demuestra que a partir de la organización colectiva y el trabajo comunitario se pueden lograr cosas maravillosas donde el fortalecimiento institucional es clave, ya que, sienta las bases para seguir abonando el proyecto, nos llena de entusiasmo y seguridad para encarar propósitos nuevos, siempre mirando hacia el futuro, un futuro donde los jóvenes sean protagonistas de sus propias vidas, donde sean escuchados y acompañados desde la ternura y el amor”. Sofia Freire, joven y coordinadora de del Centro Juvenil Ramón Carrillo

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Florecer, fortaleciendo capacidades para el bienestar colectivo

Desde hace más de 30 años, la Asociación Civil Florecer acompaña a la comunidad del barrio Sol y Verde en José C Paz, provincia de Buenos Aires, con propuestas integrales que promueven el desarrollo de sus capacidades y el fortalecimiento comunitario. La asociación cuenta con el Centro Comunitario San Francisco y el Centro recreativo, cultural y polideportivo Todxs Juntxs. Allí, de lunes a sábado se desarrollan actividades como apoyo escolar, talleres de costura y computación, artes, deportes, fútbol callejero y juegos para niños, niñas y adolescentes. El complejo panorama socioeconómico actual ha puesto en riesgo la subsistencia de las familias del barrio y la continuidad de las organizaciones comunitarias. En este contexto, Florecer apostó a una nueva estrategia para generar ingresos genuinos que beneficien a las mujeres del barrio y a Florecer. Con esto en mente, presentaron al Fondo de Pequeños Proyectos la propuesta “Cocinando estrategias” Celebraciones en el Poli   Los recursos de Florecer y del Polideportivo Todxs Juntxs se unieron para generar la idea de alquilar el espacio para cumpleaños infantiles y eventos familiares, que incluye servicios de gastronomía, decoración, animación y más, ofrecidos por mujeres del barrio. Con el apoyo del FPP, el proyecto Cocinando Estrategias llevó adelante talleres de capacitación para mujeres y el acondicionamiento del espacio físico del Polideportivo para dejarlo apto para celebraciones. Quienes quieran festejar su cumpleaños o tener algún otro tipo de evento podrán hacerlo en Florecer por un precio accesible, cuyas ganancias serán destinadas al mantenimiento y fortalecimiento del Centro Comunitario. Algunos de los cambios que lograron en el espacio físico: Ampliación del salón y cocina, y pintura nueva. Equipamiento básico de cocina: horno pizzero, heladera, freezer, amasadora, sobadora y utensilios. Nivelar y marcar la cancha de fútbol para los talleres de este deporte. Mejorar algunos de los murales que ya estaban en el centro comunitario. Plantar árboles frutales que en un futuro servirán para demarcar un sendero. Si bien hasta ahora sólo han celebrado eventos internos del Centro Comunitario, con el tiempo y la transmisión voz a voz en el barrio, el Polideportivo de Florecer será un lugar de referencia para quienes quieren realizar eventos en Sol y Verde. De esta manera el Centro Comunitario podrá sostenerse y seguir acompañando a las familias del barrio. Capacitación y acompañamiento   Los objetivos de Cocinando estrategias son ofrecer servicios para eventos y fomentar la creación de emprendimientos que puedan generar ingresos para las mujeres, y de esta manera fortalecer su independencia económica. Durante seis meses, un grupo de diez mujeres, muchas de ellas madres de los chicos que asisten al centro comunitario, recibieron capacitación en panificados y en comercialización. Lo que en un principio era sólo un taller para aprender a amasar y hornear, se convirtió en un espacio de contención y acompañamiento para las mujeres, “el único espacio que muchas tienen solo para ellas” como lo cuenta la profesora Belén, tallerista de panificados y fútbol callejero en Florecer. Al darse cuenta de esto, Belén, decidió dar un tiempo al inicio de la clase para que cada una pueda expresarse, contar lo que les ha pasado y “relajar, estar, y dejar todo afuera antes de empezar con las recetas”. “Algunas mujeres querían aprender para poder trabajar de los panificados, venderlos en la feria. Fue un golpe saber que no lo podían hacer en sus casas porque no tienen su espacio, sea porque está el esposo o con los hijos, y acá encontraron ese espacio” dice Belén y aclara que Florecer no sólo les dio la capacitación sino que actualmente, la cocina, el horno y los utensilios están abiertos para quienes quieran usarlos para sus pequeños emprendimientos. Hoy hay mujeres que van a la cocina de Florecer a producir panificados sea para vender o como productos para consumo familiar, lo que significa un ingreso o un ahorro en su economía. Una apuesta comunitaria   A través del fortalecimiento de capacidades, la generación de ingresos y la creación de redes de colaboración, esta iniciativa busca responder creativa y de manera comunitaria a la crisis. El Fondo de Pequeños Proyectos es una de nuestras herramientas para apoyar proyectos comunitarios en los que organizaciones como Florecer se consolidan internamente mientras impulsan acciones que promueven mejores condiciones de vida para las personas en las comunidades donde están presentes.

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El Meren: una radio para transformar el barrio

El club solidario “El Meren” es, desde hace más de quince años, un espacio de cuidado, contención y participación comunitaria para los habitantes del barrio Sol y Verde, ubicado en José C Paz, una localidad ubicada al oeste del Gran Buenos Aires. El club nació como un merendero, consolidándose como un punto de referencia para la comunidad que encuentra allí un lugar para compartir, formarse y ser escuchada. El meren cuenta con un espacio de contención y cuidado para infancias, actividades recreativas para niños, jóvenes y familias, y talleres lúdicos y de oficios para adultos. Además, grupos de acompañamiento al fortalecimiento de mujeres, de personas en situación de consumos problemáticos de sustancias, y de familiares y amigos que acompañan esta problemática. Este año, con el apoyo del Fondo de Pequeños Proyectos, el club solidario El Meren sumó a sus espacios una radio comunitaria, con la que promueven la participación de jóvenes y adultos del barrio para visibilizar las problemáticas que los atraviesan y generar redes de cuidado en comunidad. “La salida es comunitaria”   El Meren nació bajo el lema “La salida es comunitaria”. Ese espíritu solidario, que se reforzó durante la pandemia y se sigue haciendo fuerte en momentos de crisis, hoy impulsa nuevos proyectos pensados desde las necesidades concretas de la comunidad. Uno de los desafíos más profundos que enfrenta el barrio es el consumo problemático de sustancias, que afecta especialmente a adolescentes y jóvenes, pero también atraviesa a las familias en su conjunto. Frente a este contexto, surgió la propuesta de crear una radio comunitaria como un espacio de prevención, diálogo y formación. La idea no fue solo generar un medio de comunicación, sino construir un nuevo ámbito donde se puedan expresar voces que habitualmente no encuentran espacios, donde las personas puedan formarse y donde la comunidad pueda hablarle a la comunidad. Un proceso que fortalece vínculos   La radio comenzó a gestarse con la articulación de El Meren junto a la FM Tinkunako, una radio comunitaria con 25 años de trayectoria, que nació en el Centro Comunitario Belén, en el barrio San Atilio, también en José C Paz. Con su acompañamiento realizaron talleres de formación en radio e iniciación a la programación radial en los que participaron 30 personas de la comunidad. El meren tiene, también, un vínculo cercano con Vientos de Libertad- organización que trabaja por la recuperación de personas que atraviesan consumos problemáticos-, algunas de estas personas hacen su tratamiento ambulatorio en el club solidario. Varios de ellos están ahora al frente de proyectos radiales en Vientos del Sur y participaron de una jornada de intercambio en la radio comunitaria. Durante esta actividad, salieron al aire entrevistas entre quienes se ven atravesados por la problemática del consumo de sustancias psicoactivas. Una radio para la comunidad   El proyecto de radio no sólo apunta a brindar información o entretenimiento. Se trata de un espacio pensado desde la prevención y la salud comunitaria, con una mirada integral del bienestar, en el que es bienvenida cualquier persona que desee formar parte de este espacio. Para el festejo de su aniversario, el Club Solidario El Merendero realizó una actividad abierta en el barrio, donde se presentó la radio comunitaria y se invitó a participar a vecinos y personas de barrio Sol y Verde y alrededores. El proyecto de la radio, es también una apuesta a la formación para el empleo, ya que brinda herramientas técnicas y habilidades en comunicación que pueden ser una puerta de entrada al mundo laboral. Proyectar el futuro   Además de los talleres de formación, con el apoyo del FPP, El meren acondicionó un espacio dentro del club exclusivo para el estudio de radio, que planean seguir transformando para poder salir también vía streaming. El acondicionamiento de este espacio físico y tener un primer programa armado y al aire, permite darle continuidad al proyecto y facilitar la producción de contenidos en vivo, consolidando un espacio propio, y generando mayor apropiación y pertenencia por parte de quienes lo integran. Con la radio, El Meren reafirma su compromiso de construir comunidad desde el cuidado mutuo, la participación y el derecho a la palabra.

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Transformación y fortalecimiento comunitario en el Barrio Padre Mugica

En Barrio Padre Mugica, conocido como la Villa 31, la parroquia Cristo Obrero y su red de instituciones trabajan para fortalecer el vínculo comunitario y generar oportunidades para las mujeres y jóvenes del barrio. Uno de los espacios clave en esta labor es el Hogar del Abrazo Maternal, que desde 2018 brinda contención a adolescentes y madres del barrio. Tras la pandemia, la situación social y económica del barrio quedó deteriorada. Muchas personas no pudieron reinsertarse en sus lugares de trabajo, o encontrar uno nuevo. Hubo también personas que, una vez pasada la cuarentena estricta, les costó volver a salir de sus casas y retomar la vida en comunidad. Sin embargo, en ese contexto, hubo lazos comunitarios que se hicieron más fuertes. En palabras del padre Agustín, párroco del Cristo Obrero “la pandemia fue un tiempo de mucho trabajo comunitario entre vecinos, sin embargo, las personas que tenían miedo y no salían sufrieron y esos vínculos se debiltaron. Después de la pandemia casi todos los grupos y la vida parroquial, creció. En el camino de ayudar se generaron vínculos que después quedaron” El año pasado con el apoyo de nuestro Fondo de Respuesta Rápida y Mitigación de Efectos de la Pandemia, el Hogar Abrazo Maternal, se puso como objetivo fortalecer aún más los vínculos formados durante la pandemia y, capacidad de agencia y empoderamiento de las mujeres que allí asisten, potenciando sus habilidades socioproductivas. Fortalecimiento de capacidades y autonomía   “La idea no es solo ser un comedor sino un hogar de vida, de contención, de generación de vínculos. Necesitábamos apoyo para poder ofrecer actividades. Ahora podemos ofrecer manualidades, talleres, vienen y ven que pueden aprender a hacer cosas tanto manuales como controlar sus emociones. Estamos resarciendo una deuda que teníamos con las adolescentes. Cuando el Abrazo nace en 2018, las chicas de esa época fueron creciendo y la edad del abrazo cambió también. Sin sacar a las madres adultas podemos ofrecer actividades y acompañamiento a las chicas más jóvenes. Todas las mujeres que ahora están asistiendo fueron asistidas en su momento” Padre Agustín. A través del apoyo que recibieron del FPP-MEP, han podido brindar a las adolescentes espacios en los que aprenden manualidades y talleres de gestión emocional. Son espacios de encuentro en los que ellas comparten con pares y con otras mujeres que han pasado por vivencias similares. Al encontrar un lugar en el que se sienten seguras, con el pasar de los meses los talleres de manualidades recibieron más adolescentes “al sentirse más cómodas fueron invitando amigas y a las mamás adultas las vemos con más iniciativa y vienen con ideas de qué podríamos hacer” contó el padre Agustín. Todos los días alrededor de diez adolescentes se juntan a hacer manualidades, aprender nuevas cosas y compartir. Como proyecto a futuro, planean vender pulseras y otras artesanías en santerías de iglesias de la ciudad, y así empezar a tener un ingreso que pueda sostener el taller y en un futuro un ingreso propio.   Redirección del taller textil «Añua»   Lili llegó al Abrazo Maternal en 2018. Llegó por solidaridad y para enseñarle a las mamás a coser y tejer. Hoy es la coordinadora del Hogar y del taller textil “Añua”. Un taller de costura que estaba armado desde hacía varios años pero que no lograba tener un trabajo constante y ser productivo. “El taller lo teníamos armado pero no teníamos insumos, con el apoyo de Creas pudimos sumar insumos y hacer que el taller sea autosustentable. Nos ayudaron el armado del proyecto y de ahí nació hacer bolsos y lonas de playa” Lili Con ella, siete mujeres perfeccionaron el oficio de la costura y el pasado diciembre vendieron la totalidad de los bolsos y lonas de playa que confeccionaron para la temporada. Con las ganancias de estas ventas, compraron más telas para el taller y cada mujer pudo tener un ingreso propio. El taller se terminó de consolidar en sus métodos de trabajo y producción y el ánimo de las mujeres aumentó. “Está la visión de que si seguimos así esto les puede generar un ingreso económico para el sustento familiar o para su independencia. Tenemos la esperanza de seguir levantando el taller, queremos ampliar los productos y hacer un catálogo” Lili El taller de costura, además de ser el espacio de Añua, está a disposición de quienes quieran usarlo para sus emprendimientos o proyectos propios. Desafíos y aprendizajes   “Nuestro principal aprendizaje como equipo es planificar más y ser más realistas, ponernos objetivos más atados a lo que podemos. A organizar mejor el equipo, dividir tareas. El desafío es seguir creando la comunidad entre madres y que puedan sentirse así. Que vengan porque se sienten cómodas, porque quieren ver a sus amigas, volver a crear eso que era antes de la pandemia” Padre Agustín

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La tiendita migrante: un espacio de integración y sustentabilidad para emprendedores migrantes

El Bloque de Trabajadores Migrantes – BTM- nació en 2017 como respuesta a una modificación de la Ley Nacional de Migraciones que permitía expulsar en 72 horas a cualquier persona migrante por condenas no firmes. Se unieron, entonces, organizaciones y colectividades de migrantes de distintos países y como iniciativa del Bloque lanzaron la campaña Migrar no es delito. El Bloque creció y empezaron a dar asesorías legales en distintos barrios de Buenos Aires, y a la fecha continúan su trabajo en articulación con otras organizaciones civiles y estatales para la defensa de los derechos de las personas migrantes. La Tiendita migrante: su historia   La Tiendita Migrante es una iniciativa que nació en 2020 en el contexto del confinamiento por la pandemia de Covid-19. Surgió como una respuesta a la urgente necesidad de generar ingresos para los migrantes. Muchos de ellos, principalmente vendedores ambulantes senegaleses, se vieron imposibilitados de trabajar en la vía pública debido a las restricciones sanitarias. Lo que comenzó como la venta de “Kits Antirracistas” compuestos por remeras, barbijos y alcohol en gel se transformó en lo que hoy es la tiendita. Con el levantamiento de las restricciones por la pandemia, los vendedores y muchos trabajadores volvieron a las calles. La tiendita estuvo en pausa hasta el año pasado. En 2024, en un nuevo contexto político y económico, los artesanos integrantes del BTM respondieron a la necesidad de generar más ingresos y vieron en el espacio del Bloque una oportunidad. La tiendita 2.0   La tiendita evolucionó. Ahora es en un espacio multifacético donde ocho emprendedores de diferentes nacionalidades, incluyendo Colombia, Venezuela, Bolivia, México y Chile pueden comercializar una diversidad de productos; desde artesanías y joyería, hasta cosmética natural y cerámicas. La tienda 2.0 como la llaman quienes la integran, nació de exponer sus productos en una mesa recuperada de calle y en cajones de madera. Todo esto en el local del Bloque de Trabajadores Migrantes, ubicado en el barrio Monserrat en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “La tienda mutó. Siempre nos pasa eso, como que una cosa que en principio pensamos para solucionar un tema, al final nos termina ayudando a resolver otros. Lo importante es no perder esas herramientas y seguir alimentándolas”. Corina Rojo, mexicana, Coordinadora Comisión Socio-productiva BTM La tiendita y la Economía Social y Solidaria   Con el nuevo modelo de negocio nació también la comisión socio productiva. Un área en donde impulsan proyectos productivos de trabajo como Tiendita Migrante. Esta comisión fue la encargada de presentar este año al Fondo de Pequeños Proyectos de CREAS la propuesta para mejorar la tiendita. El proyecto tiene como objetivo proporcionar un espacio físico adecuado para la organización y desarrollo de la economía social de los migrantes, así como fortalecer la infraestructura y los recursos necesarios para que los emprendedores puedan exhibir y vender sus productos de manera digna y sostenible. Con la adquisición de mesas, gazebos, y equipos de serigrafía y estampado, la Tiendita Migrante no solo mejora su capacidad operativa, sino que también crea un fondo común que garantiza la continuidad del proyecto. Además de las ventas en el local, la Tiendita Migrante se expande a través de ferias al aire libre y ventas a través de redes sociales, lo que permite ampliar el margen de comercialización y participar en espacios que fomentan la difusión de los emprendedores migrantes. Esta estrategia de comercialización se articula con otras organizaciones de la economía social y solidaria del Gran Buenos Aires, creando redes de intercambio y circulación. “La idea es apoyarnos un poco en nuestro trabajo, darnos a conocer. Yo al ser artesana siempre, como que a veces tenía un poco la idea que los migrantes que no vienen a estudiar o a hacer alguna carrera profesional, o vienen a limpiar casas o a hacer trabajo de albañilería. Hay toda una rama de migrantes que se dedican al arte, que es muy grande y no hay apoyo en ningún lado. Y esto es un poco el apoyo que nosotros les brindamos, que puedan exhibir sus trabajos, poder tener alguna calidad laboral que obviamente no le soluciona la vida a nadie, pero es el principio de algo” Corina Rojo, mexicana, Coordinadora Comisión Socio-productiva BTM Serigrafía para difundir ideas   Con el apoyo de CREAS, el BTM compró implementos para hacer serigrafía. De ahí nació también una nueva comisión. Esta nueva comisión de serigrafía se encarga de brindar talleres de esta técnica en el espacio del bloque a las personas que la quieran aprender. Además, se une con la comisión territorial. Esta comisión funciona bajo un esquema de consultoría en el que los miércoles y viernes puede acercarse al espacio del BTM cualquier persona que tenga un problema que la afecte como migrante. El objetivo es facilitar a las personas migrantes el acceso a sus derechos. También hacen jornadas de estas consultorías en los barrios con más población migrante con algún grado de vulnerabilidad como la villa 1-11-14. “Esto también es una herramienta de difusión de ideas que tenemos, combinar esa parte territorial con la serigrafía. Empezar a hacer intervenciones callejeras, a posicionarnos como un sujeto político, y hacer eso visible también, enviar mensajes en la calle. Venimos también a eso, a aprender en el taller, como tener un medio de producción, pero también una herramienta para aprender algo que también pueda ser después una salida para nosotros, para sostener el espacio, y que nos permita comunicar cosas” Daniela, colombiana, integrante de la Comisión territorial El Fondo de Pequeños Proyectos es una de nuestras herramientas para apoyar iniciativas como la del Bloque de Trabajadores Migrantes, en las que las organizaciones se fortalecen internamente al mismo tiempo que trabajan por generar oportunidades que garanticen una mejor calidad de vida a las personas en las comunidades de las que forman parte.

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