Rescatando las solidaridades ocultas en los relatos de Navidad.
¿Qué contenido tiene hoy para la gran mayoría de las personas el concepto “Navidad”? Para muchísima gente, al menos en nuestro occidente nominalmente cristiano, tiene el sentido de fiesta, de algunos días libres, de encuentros familiares, de comida y bebida en abundancia, de luces y adornos de colores, de regalos… Y está muy bien, porque el acontecimiento que le da origen a la festividad merece ser ciertamente reconocido y celebrado. ¡Dios mismo decide hacerse parte de la historia humana! La divinidad se solidariza con el sufrir del pueblo y no encuentra mejor idea que caminar este suelo lastimado que habitamos como humanidad.
La natividad de Jesús es, pues, un ejercicio de solidaridad de la divinidad hacia su pueblo. Y eso invita a tratar de pensar otras solidaridades que rodean las historias bíblicas acerca del nacimiento del Mesías. ¿Habrá otras solidaridades escondidas allí que tengan algo para aportarle a nuestros contextos actuales? Creo que hay algunas pistas interesantes.
El primer gesto claramente solidario es el de la misma María que, aceptando ser parte de un proyecto que la trasciende, ofrece voluntariamente su cuerpo para acunar la vida. No lo hace de manera resignada ni por la presión de un sistema patriarcal que la coloca en ese rol que no puede evitar. Lo hace porque intuye el germen revolucionario que como mujer puede aportar a la construcción de un mundo nuevo. Y eso queda más que claro en su Magníficat, esa canción subversiva y plena de esperanza, porque expresa la solidaridad de la divinidad con un pueblo sin horizontes que ella ayudará a hacer posible. La joven María que cierta tradición ha limitado a un rol de mera portadora de la divinidad, es mucho más que eso. Es una profetiza que comunica un proyecto de sociedad en el que los valores dominantes ya no serán los del poder asociado a la posesión, sino el valor de la diaconía como articulador de las relaciones humanas justas: “llenó de bienes a los hambrientos y a las hambrientas”. Diaconía entendida no como un gesto de asistencia en una situación de emergencia sino como un nuevo ordenador de la sociedad: “puso en alto a los humildes”. Una diaconía de la redistribución y que es cumplimiento de las promesas postergadas por demasiado tiempo. Una diaconía de la esperanza.
Un segundo gesto que me parece bueno resaltar ese el de la sororidad. Cuando María acepta liderar este proyecto de la divinidad, también es consciente de las reacciones que puede generar en su entorno inmediato. Y decide salir, con cierta rapidez dice Lucas 1:39, hacia la casa de su prima Isabel, quien la recibe por unos cuántos meses. Esa acción habla de cómo las mujeres elaboran estrategias de acompañamiento solidario en momentos cruciales de la vida.
Hay una acción solidaria de José también quien, venciendo la reacción lógica de un hijo del patriarcado, que posiblemente hubiera rechazado a su amada embarazada, asume un rol paterno necesario en tiempos que no sabían de maternares sin pareja.
¿Cómo llegaron María y José de Nazaret a Belén? 156 kilómetros de camino polvoriento, ascendente, sin transporte adecuado. En ese camino tienen que haber comido en alguna mesa que les hizo espacio, deben haber dormido cerca del fuego de pastores compasivos (que luego serán los invitados de honor a la presentación pública del bebé recién nacido), posiblemente alguien les ofreciera llevarlos un tramo del camino en camello o en burro. Pequeñas sospechas pero que guardan relación con la incipiente irrupción de la solidaridad divina en la historia de las personas.
Finalmente, otro indicio de solidaridad oculta o no siempre bien entendida es el de la hospitalidad. Se nos ha instalado que Jesús nació en un lugar reservado a los animales, siguiendo el relato lucano. El Evangelio según Mateo, en cambio, habla de una casa (2:11) y Juan habla de una tienda (1:14), aunque esa imagen es más metafórica que real. De todos modos, no hay que descartar que aparece, incluso en el más crudo relato de Lucas, la solidaridad de alguna persona que, ante la desesperación, la angustia y la necesidad de la madre primeriza y del padre preocupado, siente un dejo de genuina compasión y le ofrece a los recién llegados el lugar que tenía disponible, sea cual fuera ese sitio.
Que este tiempo que estamos transitando se convierta también en una invitación oportuna, en el contexto de una pandemia que nos ha golpeado muy fuerte y que ha desnudado la fragilidad de los sistemas que hoy rigen la vida en el mundo, para reflexionar sobre la Navidad como una invitación a acunar la solidaridad divina que busca transformar las realidades de muerte, dolor, injusticia, opresión, inequidad, en nuevas oportunidades para que la plenitud de la vida se abra camino en medio de una creación que gime por su redención definitiva.
Escrito por Gerardo Oberman, Red Crearte