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Formación en diaconía ecuménica para la paz: CREAS en encuentro por la reconciliación en Colombia

Artículo escrito tomando las notas de la ponencia de Horacio Mesones, Director Ejecutivo CREAS. Del 8 al 11 de agosto se realizó el Encuentro Internacional por la Reconciliación en Colombia: Experiencias y Aprendizajes Ecuménicos en la Construcción de la Paz, organizado por el Diálogo Intereclesial por la Paz: DiPaz, en el marco del cual Horacio Mesones, Director Ejecutivo de CREAS presentó una ponencia en la Conferencia Pública Internacional: Enfoques en la construcción de paz. Este evento ocurre en un contexto en el que Colombia, una nación con una historia de más de 50 años de conflicto armado -y con diversos procesos de conciliación por la paz– se encuentra ahora en desarrollo de una política de implicación de múltiples actores en la iniciativa de paz total. En este proceso ha sido esencial la participación de las organizaciones basadas en la fe – OBF como veedoras y así también por su capacidad de llegar a los pueblos y territorios; las iglesias y organizaciones ecuménicas en Colombia han mantenido a lo largo de los años su compromiso incansable por una paz justa, para lo cual han mantenido un diálogo constante con iglesias y organizaciones hermanas tanto dentro como fuera de la región latinoamericana. Desde CREAS, hemos sido testigos y hemos acompañado diversas experiencias y plataformas de las iglesias y organizaciones colombianas. Uno de estos, el encuentro internacional a principios de 2015, en el cual se estableció la estrategia de trabajo de DIPAZ. Desde entonces, cambios significativos han ocurrido en el contexto global y nacional de Colombia, donde se abordan los procesos de paz en el marco de una política pública que busca fortalecerlos: “Esta política brinda mayores oportunidades de participación a la sociedad civil y a las iglesias, con un enfoque territorial. Este contexto plantea un desafío a las iglesias y organizaciones: el de revalorizar los procesos en los territorios, especialmente aquellos que se desarrollan en el ámbito de una diaconía ecuménica profética orientada hacia la paz con justicia. Esta diaconía implica el diálogo con diversos actores locales y la colaboración con las instancias institucionales de las iglesias y sus líderes. Esto es fundamental para lograr una participación e influencia en diálogos políticos de alto nivel. El marco teológico de la diaconía ecuménica dirigida a la justicia, la paz y el cuidado de la Casa Común ha servido como base para la acción transformadora en busca de dignificar la vida de las comunidades; atendiendo las causas del sufrimiento en las comunidades más vulneradas y proclamando a través de gestos concretos que un mundo reconciliado, fraterno, justo, pacificado y en convivencia armoniosa con la Creación es una posibilidad alcanzable”. – Horacio Mesones. La definición de la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en Busan en 2013 lo expresa con claridad: “La diaconía es una respuesta inmediata a los sufrimientos presentes en el mundo. La diaconía es un compañero natural de la misión en el siglo XXI. La justicia está intrínsecamente ligada a la diaconía, ya que la justicia cobra mayor relevancia cuando se pone en acción. La justicia aborda los problemas subyacentes que hacen que la diaconía sea necesaria.” La diaconía ecuménica como dimensión de la teología práctica tiene relevancia en un contexto en el cual se requiere una acción articulada a nivel territorial, institucional y estatal, y su dimensión profética adquiere significado cuando las prácticas locales se conectan con acciones que involucran a las iglesias (y otras organizaciones de la sociedad civil) y a sus líderes, en la participación e influencia en diálogos y negociaciones de alto nivel. En el año 2018 desde CREAS asesoramos un proceso de análisis junto a la agencia Christian Aid en torno a las violencias múltiples que se viven en América Latina. Este trabajo partió del análisis del trabajo en los territorios, e identificó cuatro ejes en los que se visibiliza el impacto de la violencia a nivel territorial: La violencia basada en género La de base étnico racial, que en muchos contextos se entrecruza con los conflictos por el control de los recursos naturales en los territorios La violencia social derivada de la resolución violencia de conflictos en las comunidades La violencia institucional y contra defensores de Derechos Humanos, y la derivada de conflictos armados de larga data. No podemos dejar de enfatizar los efectos que se refuerzan en el entrecruce de estas dimensiones de la violencia. En el contexto latinoamericano, además, es necesario considerar la incidencia de la enorme desigualdad, que se ha visto agravada por la pandemia, y también tener en cuenta el enfoque de interseccionalidades, así como el impacto de los modelos de desarrollo extractivista. A esto se suman las limitaciones a la participación social y política, junto con la reducción de espacios de acción para la sociedad civil en muchos países. Inspirados en el estudio previamente mencionado, entre 2018 y 2019 organizamos dos encuentros con jóvenes para explorar respuestas desde la acción local. Estos encuentros se llevaron a cabo en dos de las ciudades con mayores índices de violencia en la región en ese momento: Tegucigalpa (El Salvador) y Cali (Colombia). En dichos encuentros se profundizaron como líneas de trabajo prioritarias las de prevención, enfocada en reducir las desigualdades sociales y económicas para disminuir las posibilidades para que los niños, niñas y jóvenes se vinculen con la violencia, y la de formación en cuanto movilización de conocimiento generado desde prácticas transformadoras, para incorporar miradas de espiritualidad, éticas y prácticas que asienten una cultura de paz en relación con la dignidad de las personas. A estas prioridades se agregaron, además, las líneas de protección e incidencia. A partir de esta indicación realizada por los jóvenes, debemos cuestionarnos acerca de las bases de una pedagogía para la construcción de la paz. Desde la diaconía, esta pedagogía podría estimular dinámicas ecuménicas locales que fortalezcan el desarrollo local y la construcción de la paz en íntima relación con la justicia y el cuidado de la Casa Común, además, asumir la importancia del recambio generacional del movimiento ecuménico, que plantea un sano cuestionamiento a nuestras comprensiones históricamente

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13 de octubre Día Internacional para la Reducción de Riesgos a Desastres – Nuestro aporte como OBF

Por Jorge Javier Fernández Coordinador de Proyecto Respuesta Rápida y Mitigación de los Efectos de la Pandemia Los Desastres, NO SON NATURALES, es una máxima que desde diferentes ámbitos públicos y privados una y otra vez tratamos de repetir cual mantra místico para que el concepto pueda debelar lo que encierra. La acción humana en la naturaleza, en obras que “aportarán al desarrollo” no siempre cumplen su propósito, en ocasiones estas obras son las que intervienen en el territorio y generan desastres que se cobran vidas humanas, pérdidas cuantiosas de ecosistemas e infraestructuras locales y que ponen en jaque cómo se gobiernan los efectos de los desastres, cómo se gobierna una situación crítica que impacta en la vida de miles de personas. La Reducción de Riesgos a Desastres implica que un conjunto de actores públicos se oriente en base a planes de desarrollo sostenible, involucrando a la sociedad civil y principalmente a las comunidades locales, pero estos factores no siempre se conjugan. Más allá del voluntarismo estos factores no siempre se conjugan positivamente, en ocasiones la legislación existe como base normativa, pero carece de recursos, en otras ocasiones los recursos existen, pero no se administran adecuadamente en tiempo y forma generando un impacto en aquello que debiera ocurrir y no ocurre. Las amenazas siempre estarán latentes, la exposición a la que las comunidades se someten no siempre es visibilizada y la carencia de organización comunitaria impacta en la posibilidad de pasar revista a las capacidades locales, las vulnerabilidades preexistentes son el conjunto de elementos perfectos para incrementar el riesgo a la que las comunidades se ven expuestas cotidianamente. Cuando un desastre ocurre quienes primero responden son las propias personas afectadas, en ocasiones sin preparación, sin recursos, tratando de sobreponerse al dolor de las pérdidas de vidas y de bienes. A partir de aquí se comienza a poner en marcha un engranaje de solidaridad desde las instituciones más cercanas, en muchos casos las Iglesias, las pequeñas congregaciones, que tratan de ayudar, de dar una mano con los brazos abiertos para sostener la vida y acoger compasivamente a quien sufre. En las últimas décadas se han incrementado los desastres, se han incrementado las crisis derivadas del cambio climático, producto de la desigualdad y de las malas políticas publicas que no invierten lo suficiente en las acciones de prevención y preparación de las comunidades para hacer frente a un desastre y activar comportamientos más resilientes; se gastan millones de dólares en la respuesta humanitaria (la cual es siempre necesaria en función de los impactos) y pocos miles de dólares en la prevención y preparación. En el ciclo de la gestión de riesgos la prevención y preparación son centrales para tener un menor impacto cuando un desastre ocurra, allí luego viene la etapa de respuesta humanitaria y reconstrucción (en sentido amplio) a veces de infraestructura, a veces de vida. Esta reconstrucción, cual recuperación implica planificar el desarrollo tratando de que se logren otras dinámicas de desarrollo más sostenibles, más viables, amigables con el medio ambiente, con inclusión social y sostenibilidad económica, también implica contar con sistemas de alertas tempranas y la máxima coordinación posible de los actores de la comunidad. La reciente epidemia de COVID-19 nos ha dejado un conjunto de efectos que aún estamos aprendiendo a reconocer, en el actual contexto los incendios forestales dan un paisaje terrible, las escasas y repentinas inundaciones sorprenden cada vez más por su capacidad de daño, las sequías prolongadas y silenciosas se consumen la vida poco a poco, desnudando lo terrible de carecer de elementos básicos para la vida. Frente a este panorama desde CREAS acompañamos a las organizaciones comunitarias y a las organizaciones basadas en la fe para poder incorporar estrategias de reducción de riesgo y de mejorar su capacidad de respuesta frente a los eventos que localmente se presentan, más allá de los aspectos técnicos promover la resiliencia personal y comunitaria junto con brindar un activa esperanza son nuestros rasgos distintivos para brindar una diaconía ecuménica, transformadora y profética para poder actuar sobre la realidad y decir más que nunca, LOS DESASTRES NO SON NATURALES.

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