La Organización Mundial para la Salud (OMS) define salud como…”un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, dicha definición sentó las bases el 7 de abril de 1948 y desde entonces no ha sido modificada.
En un contexto de creciente del virus SAR-COV-2, la pandemia de COVID-19 ha generado un sin número de efectos inimaginables en la salud, en la economía, en el comportamiento social y las pautas éticas por los que cada Gobierno ha tratado de sobrellevar la crisis desatada desde hace poco más de un año, lo que da cuenta del tiempo inédito que estamos transitando. Al inicio de esta semana los diferentes países han notificado la existencia de 131.433.909 de casos de personas que se han contagiado y en este marco han perdido la vida a causa de este virus unas 2.854.911 de acuerdo al mapa de tiempo real del Center for Systems Science and Engenieering (CSSE) de la Universidad Johns Hopkins.
El continente americano es uno de los más afectados por esta pandemia, encabezando Estados Unidos, Brasil y México la lista de muertes por este virus, es de destacar que esta pandemia ha puesto sobre la mesa las desigualdades con diversos rostros de nuestra región, la más desigual del mundo. Esta pandemia ha dejado ver la fragilidad de los sistemas públicos (y privados) de salud, la fatiga de trabajadoras y trabajadores de la salud tras estar en primera línea desde el inicio, la desinversión o falta de ésta por parte de los Estados lo cual da cuenta que la salud como derecho humano está en jaque junto con otros, el acceso a la población a la atención primaria para la salud, a la atención y a tratamientos médicos adecuados en este contexto cada día se hacen más complejos e incrementan las situaciones de vulnerabilidad de millones de personas. La geopolítica de las vacunas dan cuenta de los complejos temas a atender y considerar para que se logre que todos y todas tengan un acceso a la misma, por el momento pocos son los países que han puesto en marcha dispositivos de vacunación para su población con enormes dificultades de producción, distribución y acceso a la misma.
Pero la salud, como derecho, también encierra otros componentes que se relacionan con el medioambiente, la economía, el desarrollo social como diversas aristas del desarrollo sustentable. La salud posee una perspectiva biosicosocial (de modo integral) que ha sido impactada de modo nunca visto, las cuarentenas que se han llevado adelante en la región como medida de protección en algunos casos ha contribuido a reducir el nivel de contagios, pero también a incrementado los problemas de salud mental, la violencia basada en el género, los niveles de maltrato y abuso infantil, junto con poner la seguridad alimentaria como un tema nuevamente necesario a considerar y abordar ante la pérdida de millones de puestos de trabajo.
Ante este panorama no solo las respuestas de los Estados son las que cuentan, sino también la labor comprometida de las organizaciones comunitarias, las organizaciones basada en la fe y aquellos movimientos que trabajan en el desarrollo desde una perspectiva amplia e integral como una muestra de su testimonio de cuidado de la Casa Común, como modo concreto de seguir re-construyendo, construyendo y fortaleciendo la esperanza.
Desde CREAS a lo largo del 2020 y en este contexto se apoyó las labores de organizaciones con trabajo territorial que a través de diversos proyectos en Argentina que han dado una primera respuesta ante estos elementos característicos de una crisis, de una emergencia sociosanitaria. Es así que se ha podido observar la destacada labor de quienes se ocupan de las tareas de cuidado, mayormente mujeres que trabajan comunitariamente en comedores y centros comunitarios, una muestra de esto es la labor de Interredes en el conurbano bonaerense. Este aspecto de los cuidados día a día cobra más relevancia en general no solo ganan presencia en lo cotidiano sino también en la economía y en la presencia en el PBI de los países.
La necesidad de asegurar la alimentación requerida para sostener la vida ha profundizado la mirada acerca de conseguir una alimentación saludable, de este modo SEHAS (Servicio Habitacional y Acción Social en Córdoba) junto a comedores comunitarios y nutricionistas ha generado un “recetario comunitario” el cual hace una síntesis entre el conocimiento y saber popular con pautas nutricionales bajo orientación profesional.
Consumir alimentos generados desde prácticas de la agroecología y adaptados a las pautas locales que puedan ser accesibles en contexto de pandemia ha sido un desafío que con compromiso, con creatividad y acompañado del aprovechamiento de la tecnología INCUPO (Instituto de Cultura Popular) ha podido sortear en Corrientes, Formosa y Chaco, en territorios golpeados por los efectos del cambio climático evidenciados en las recientes sequías.La necesidad de traducir conceptos y pautas prácticas sobre la bioseguridad, uso de elementos de higiene a la población indígena de estos territorios también ha sido un aspecto relevante que pone en evidencia la necesidad de tener una perspectiva intercultural también en los temas de salud, tal como lo evidenció la acción de INCUPO en estos territorios y con esta población, la cual en muchas ocasiones no es considerada por las políticas públicas desde una perspectiva integral.
Por su parte en Jujuy, la Mesa de Gestión de El Bananal artículo desde la labor destacada de las y los jóvenes y la interacción de diferentes actores sociales, políticos y religiosos se han unido para hacer frente a la pandemia, promoviendo conductas de cuidado y autocuidado, fortaleciendo las estrategias de salud locales para hacer frente a esta pandemia en un contexto de alta vulnerabilidad, donde ha habido altas tasas de suicidios en jóvenes y que curiosamente en pandemias los mismos no se registraron, un territorio con presencia del pueblo guaraní donde también se vieron afectados por incendios forestales.
El acceso a alimentos para sostener la vida en sectores en mayor situación de vulnerabilidad en diversos centros urbanos y suburbanos de distintos puntos del país, la acción de servicio, de diaconía de organizaciones basadas en la fe (OBF) ha sido clave para que la situación no sea más grave. Esto ha sido un signo distintivo de la acción comprometida tanto de la Pastoral Social Evangélica (PSE), como la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA) como del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH tanto en Santa Fe como en Rosario) en tanto la entrega de bolsones de alimentos, viandas y apoyo a comedores y ollas populares, revalorizando la escucha, el acompañamiento más allá de lo pastoral, desde una perspectiva amplia, velando por el respeto a los derechos humanos expresados en forma concreta en la promoción de la seguridad alimentaria, el acceso a servicios de salud, entre otros. Eso es una muestra de la acción comprometida que llevan delante de modo silencioso pero efectivo, dando testimonio de una diaconía profética, tratando de fortalecer vínculos e iniciativas de inclusión social.
En todas estas experiencias territoriales las distintas organizaciones han considerado la amenaza biológica que el COVID-19 supone, y han adoptado protocolos que desde CREAS se impulsaron, han adaptado protocolos provistos por las autoridades nacionales y locales en temas de salud y han creado también protocolos para poder anter
Cuando decimos salud, entendemos que es mucho más que un derecho, es una expresión, una consecuencia de cómo las sociedades llevan adelante sus procesos de desarrollo, evidencia de los modelos de desarrollo sean puesto en juego a la hora de responder ante esta pandemia, de la cual aún queda mucho camino por recorrer para poder superarla. Cuidar la vida y los medios de vida es elementos claves para la promoción de conductas resilientes de las personas en las comunidades, ya que es en comunidad, junto a otros que podemos ser más resilientes ante este contexto.
Lo colectivo, lo comunitario encierran un conjunto de oportunidades para la promoción de la salud y es por ello que desde CREAS acompañamos los procesos que las organizaciones llevan adelante en las distintas comunidades para que día a día transformen la calidad de vida, para que allá vida plena y en abundancia y donde nadie quede atrás.
Jorge J. Fernández – Asesor Desarrollo Socio-comunitario en CREAS