Miércoles de Cenizas: Cambiando nuestro corazón, para vivir en el proyecto de Dios

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En la iglesia cantamos una canción de Osvaldo Catena, que dice: 

“Todo te está diciendo: ¡Vuélvete a Dios! Todo te está llamando de corazón.

Hay una voz en todo, ¡Vuélvete a Dios! Para el que quiera oírla de corazón.

Muchos están hambrientos, ¡Vuélvete a Dios! Muchos están sufriendo, ¡

Vuélvete a Dios!Hay injusticia y guerra, ¡Vuélvete a Dios! Hay opresión y odio, de corazón”.

La crisis que padecemos como sociedad, agudizada por la pandemia, es una oportunidad para replantearnos nuestros modos de ser y maneras de vivir, tanto personales como comunitarias.  

Este año en particular, día a día va cobrando mayor dimensión el llamado que nos hace el Dios de la Vida, a un cambio de corazón. Este es un esfuerzo colectivo que debe darse, frente a los signos de desigualdad y desprotección que afectan fundamentalmente a los grupos minoritarios y a los más vulnerados de nuestra sociedad. 

Hoy nos encontramos con personas quebradas, frustradas y desanimadas, personas que las circunstancias del tiempo presente, han dejado “reducidas a cenizas” debido a las innumerables situaciones desfavorables vividas. Y podemos ir descubriendo incluso, que también nuestras vidas pueden tener “cenizas”… restos de algo que ha sido “quemado” por dentro. Es tiempo de repensarnos como comunidades de fe, para vivir la plenitud de vida que nos trajo Jesucristo, y que es para todos y todas. 

En los evangelios vemos que todas las acciones que Jesús tuvo, nacen de su profundo corazón compasivo. Todo nace de la ternura de su interior. Por eso, al ver a la gente en necesidad, pide a sus discípulos que hagan algo. Nosotros, como discípulos y discípulas hoy, no siempre tenemos esa mirada compasiva como tuvo Jesús. Dos maneras de mirar y dos lógicas distintas. Una, la del corazón y la otra, la de la razón. En la lógica del Reino de Dios, el corazón siempre moviliza a la razón y la ternura moviliza a las acciones de misericordia.

DE LAS CENIZAS A LA VIDA

Las cenizas han sido un antiguo símbolo de nuestra humanidad. El Génesis dice que Dios creó al ser humano del polvo de la tierra. La palabra hebrea que se traduce como “polvo” se usaba ocasionalmente para referirse a la ceniza. Las cenizas nos recuerdan que no somos Dios, sino creación de Dios. 

Una vez al año, cada miércoles de “cenizas” nos recuerda nuestra falta de solidaridad, nuestro individualismo, nuestro pecado. Reconocemos que somos incapaces de vivir cómo el Creador quiere que vivamos. Nos damos cuenta que necesitamos cambiar. Necesitamos “renacer de nuestras propias cenizas” y vivir en la gracia de Dios. 

En la Biblia, el corazón es el órgano más importante. De aquí brotan las actitudes, los sentimientos, los valores que mueven nuestras vidas. El cambio de corazón expresa la conversión a la que Dios nos está invitando. 

Cuaresma es la necesidad urgente de transformar nuestras prácticas y modelos de vida, para hacerlos totalmente evangélicos. 

TIEMPO DE DESPOJARSE

Como comunidades de fe también estamos llamadas a estar unidas y atentas, a “ser una”. Somos desafiadas a concretar alternativas que nos permitan generar espacios de Vida en la que todos y todas tengan lugar, más allá de sus particularidades (identidad religiosa, de género, cultural, política). 

Nuestro pueblo hoy sufre. Es tiempo de reflexionar sobre el cuidado y la solidaridad con los más vulnerables, con “el huérfano, la viuda, el pobre y el extranjero”, buscando acciones concretas para hacer realidad este cuidado. Somos invitados a construir una sociedad más justa y fraterna. Que el prejuicio no sea sobre el servicio al prójimo, ni la búsqueda de poder sobre la humildad a la que somos llamados/as. 

Harold Segura dice: “El sufrimiento no es un castigo para los que “pecan”, ni la prosperidad un premio para los “santos”. En lugar de juzgar, Jesús nos invita a la conversión: a actuar para aliviar tanto sufrimiento, tanto dolor, tantas preocupaciones en el mundo y luchar a favor de una sociedad más justa para todos, para santos y pecadores que, por cierto, estos últimos somos todos!”

Es tiempo de ayunar no solo de comida (aunque algunos ya están ayunando obligatoriamente), sino ayunar de la indiferencia, de las violencias, de los prejuicios y la discriminación; ayunar de la homofobia y de los femicidios; ayunar de la indiferencia hacia nuestros prójimos; ayuno de la competitividad y del egocentrismo; ayunar de la acumulación de bienes, del consumismo; ayunar de la autocomplacencia, del poder…Pero también es tiempo de despojarnos de los “adornos” que nos imponemos con la intensión de aparentar quienes en realidad no somos, situaciones todas que al final de cuentas, nos distraen de las cosas de Dios…

Es tiempo de “ser” con el otro, para que el otro, la otra, también sean…Es tiempo de provocar cambios significativos que transformen estructuras sociales anquilosadas. Somos invitados/as a nacer de nuevo, (a un cambio de corazón), dejando que nazca en nosotros la realidad del Reino de Dios.

Sin dudarlo, este debe ser un tiempo de arrepentimiento. Nos hemos dejado llevar por el odio, la discriminación, la avaricia, las mentiras, las injusticias… Como hombres y mujeres de fe (en el Dios de Amor), tenemos un compromiso profético en nuestro mundo de hoy.  El Apóstol Pablo nos dice: “Cambia tu manera de pensar para que cambie tu manera de vivir”. 

VIVIR EL PROYECTO DE DIOS

Pensar la Cuaresma entonces, es como pensar en la vida de un atleta quién, para estar en forma, necesita entrenamiento permanente, masajes musculares, comida adecuada, en definitiva prácticas que ayuden a que su cuerpo esté preparado y pueda lograr su rendimiento.

En este tiempo de cuaresma, hacemos memoria de la “multitud de testigos” que nos precedieron y nos invitan a correr “con perseverancia la carrera que tenemos por delante”. Especialmente fijamos nuestra mirada en Jesús, “el iniciador y perfeccionador de nuestra fe”. Considerar su vida, sus actitudes, nos hace recuperar la esperanza, dejando a un lado nuestro individualismo, animándonos a la construcción de una sociedad justa y solidaria, en la que todos y todas podamos estar.

La Cuaresma es entonces, un tiempo concreto para darle mirada, sentido y nuevo compromiso a nuestra vida, despojándonos de las miserias que nos impiden vivir la plenitud de vida a la que hemos sido convocados/as. 

Es necesario concretar una manera nueva de vivir la vida, cuidándonos y cuidando la vida toda, en sus diferentes manifestaciones. 

Este miércoles de “cenizas”, inicio del tiempo de Cuaresma, nos recuerda el desafío al cual Jesucristo nos convoca una vez más: hacer siempre el bien, “proclamando las buenas noticias a los pobres, libertando a los cautivos, dando vista a los ciegos y libertad a los oprimidos”. 

El tiempo es hoy…

                                            ”Vamos juntos de la mano, que solo no puedes ir…

                                            Vamos juntos de la mano, hay tanto para plantar…” 

 

Escrito por Maria Esther Andersen, pastora Iglesia Evangélica Metodista Argentina

 

 

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