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Fondo de Pequeños Proyectos, mecanismo de diaconía ecuménica frente al COVID-19.

A lo largo de 2020, como respuesta a la pandemia del COVID-19, CREAS implementó estrategias para hacer frente a la emergencia sanitaria y económica que se sumó a la ya existente crisis que atravesaban Argentina y la región. Dicha intervención buscó principalmente impactar favorablemente a sectores de menores ingresos que dependen de la economía informal, quienes vieron comprometida su subsistencia, mediante el fortalecimiento de merenderos, la provisión de insumos sanitarios y talleres de resiliencia que brindaron contención a diversas poblaciones de Argentina y Brasil. Fue así como la organización consiguió activar mecanismos de cooperación ágiles y cooperar con iniciativas de iglesias, organismos ecuménicos y redes comunitarias. El Fondo de Pequeños Proyectos, iniciativa de CREAS y Pan para el Mundo,  logró articularse con 11 organizaciones y alcanzar más de 75 barrios y localidades en 10 provincias de Argentina. Igualmente brindó apoyo a 180 familias del pueblo indígena QOM en Pampa del Indio, en la provincia de Chaco y 220 familias del pueblo MOQOIT del centro sur del Chaco, a fin de proveer con animales para la cría y consumo, para atender la emergencia alimentaria. La rápida respuesta de CREAS alcanzó a 146 congregaciones, grupos y centros comunitarios y en total apoyó a 2.734 familias. Por su parte, 1000 trabajadores y trabajadoras comunitarias fueron favorecidos con insumos de bioseguridad. CREAS también articuló el trabajo con Koinonia -una organización ecuménica y  aliada de Brasil y también miembro de la Alianza ACT- y el Programa Presbiteriano de Asistencia a Desastres de Estados Unidos, brindando kits de alimentos e higiene a 500 familias vulnerables de la ciudad de San Pablo que habían sido afectadas por una gran inundación en el mes de enero. En 2021, el área de Procesos Comunitarios del que forma parte el Fondo de Pequeños Proyectos, llevará a cabo más acciones para fortalecer a organizaciones, iglesias y grupos para que puedan hacer frente a la crisis socioeconómica. Las juventudes, mujeres y diversidades serán la población que priorizaremos,  mientras que la economía social, solidaria y popular será el sector clave de dicha intervención. Escrito por Rosaura Andiñach, Procesos Comunitarios de CREAS

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Fraternidad, una clave para el Desarrollo Sostenible

De acuerdo a los estudios de la CEPAL, las crisis sanitaria y climática que estamos atravesando son el resultado de un modelo de desarrollo insostenible. Esta realidad debe ser asimilada, comprendida y transformada al interior del Estado, la empresa y la sociedad civil. Las Organizaciones Basadas en la Fe (OBF) al hacer parte de la sociedad civil, no pueden soslayar los resultados de este modelo insostenible de desarrollo en la región, pues saltan a la vista al considerar algunos datos a la luz de las dimensiones social, medioambiental y económica de la Agenda 2030.  En materia social es sabido que América Latina es la región más desigual del mundo. De acuerdo con un estudio de Oxfam, con las ganancias que 69 personas han generado en la pandemia, se podría financiar el 50% del presupuesto del sistema de salud en la región. Esa cultura del privilegio se expresa también en alrededor del 38% de la población latinoamericana en situación de pobreza. El abordaje de la economía latinoamericana también es desalentador. Considerar por ejemplo el desafío del ODS 8, devela que la región, según la CEPAL, ya registra una tasa de desempleo del 13,5%, sumando, a los graves problemas de Informalidad, la insuficiente protección social y la profunda brecha de género al notar la tasa de desempleo de las mujeres en el 22.2% Los panoramas social y económico en América Latina pueden ser más graves si los países no enfrentan integralmente el cambio climático, pues se deben contrarrestar sus múltiples efectos traducidos, por ejemplo, en ciclones con sus consecuencias humanitarias en el territorio insular como continental. El trabajo con estos fines debe ser integral, buscando transformar aparato productivo que en las condiciones actuales tiene un gran peso extractivista en una región que cuenta con el 40% de la biodiversidad mundial conforme a la estimación del PNUD. En un esfuerzo conjunto, las OBF en América Latina están llamadas a explorar nuevos modelos de desarrollo, cuyos marcos conceptuales puedan caracterizarse por la centralidad de la dignidad humana, impulsados por la naturaleza diversa de la región especialmente en términos culturales y religiosos. La celebración del Día de la Fraternidad Humana en este mes de febrero, es una oportunidad de integrar este diagnóstico a la labor interpretativa de la realidad y de los textos bíblicos que hacen especialmente las OBF cristianas. Es pertinente leer los relatos bíblicos en clave de fraternidad con el propósito de incluir narrativas distintas al modelo de desarrollo.    El caso bíblico relatado en la epístola a Filemón puede constituirse en un ejemplo. Onésimo, un esclavo, se había fugado de su amo Filemón infringiendo más que la ley romana, una relación de confianza. Pablo, conoce al fugitivo en la cárcel estableciendo con él un vínculo de fe que le motivó a buscarle un retorno pacífico a la que fue su casa. Filemón, recibe la carta intercesora de Pablo, la cual testifica de una relación fraterna que evoca el amor para diluir el rencor y la hermandad que desvanece la condición social de esclavitud. En otras palabras, la labor mediadora para dirimir un conflicto, inspirada en la fe y alentada en la fraternidad, se convierte en un símbolo de dignidad humana y en la definición de una ruta que propicia la transformación de las bases sociales de un sistema económico.  La restauración de Onésimo en el plano del perdón, tolerancia y restablecimiento del diálogo en una relación dañada, también tenía como referencia sus posibilidades de sostenibilidad integral, y con ellas, su habilitación económica. Se trata de un discipulado que marca un derrotero de fraternidad del cuidado, enfocado en la contribución al crecimiento integral de las vidas de las personas. De fondo, hay un acompañamiento que no se justifica en el azar del destino, ni se rinde ante la supuesta inutilidad del esfuerzo. El relato induce a trabajar fraternalmente por la hermandad, bajo la cual, antes que cualquier estigmatización o consideración de costo económico, prevalece la dignidad humana. En suma, la fraternidad es una clave para la cohesión social y es una plataforma eficaz para la contribución desde la fe al desarrollo sostenible. El enfrentamiento de las raíces profundas de los desequilibrios sociales, económicos y ambientales, debe plantearse en forma conjunta y articulada. Las OBF guardan una labor mediadora, que busca la fraternidad y lo hace en forma comprometida y parcial a favor de aquellas y aquellos que “quedan atrás”. Esta fraternidad se concreta en la cooperación, en la que se propende por la inversión de un patrimonio holístico que evoca historia, prestigio, relaciones construidas y, por supuesto, recursos económicos orientados a una economía para la vida, a unas relaciones sociales en hermandad y al cuidado de la Casa Común.   Con estas referencias las OBF pueden considerar las alternativas que se vienen trabajando desde el Estado, el mundo empresarial y la sociedad civil, en materia de digitalización o inclusión tecnológica, economía circular, turismo sostenible, ingreso básico, derecho al trabajo, brecha de género, regímenes universales de salud y protección social, servicios públicos básicos, bajas emisiones de carbono y multilateralismo, entre otros tantos referentes urgentes. Evidentemente, las OBF contribuyen al desarrollo sostenible desde la misma fraternidad que promueven y que se traduce en una política basada en la inclusión de todos los actores sociales, con enfoque de género, territorial, cultural y social. Escrito por Jhon Martínez, Asesor del Area de Religión y Desarrollo de CREAS

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Fraternidad: construir un sentido de pueblo a partir de la solidaridad

Nos encontramos en un momento del desarrollo de la pandemia en el que parece avizorarse nuevos horizontes, junto a la posibilidad del desencanto. Así como la irrupción del virus, como se ha dicho, desnudó inequidades preexistentes, este presente en el que se había puesto la esperanza con la distribución de las vacunas, no parece mostrar un panorama diferente. Nos llegan las noticias de países que concentran vacunas por varias veces el número de su población, y al observar los países en lo interno se detectan nuevamente las viejas dinámicas de exclusión. La distribución y acceso a la vacuna se ha convertido en campo de la disputa geopolítica global, y terreno de debates políticos con un tono de intolerancia y polarización que poco favor le hacen a la calidad de vida de los sectores más excluidos de la sociedad. ¿Por qué hablar, entonces, de fraternidad (o de sororidad) en este tiempo? ¿Por qué las personas y comunidades de fe insistimos en este tema? En medio del dolor del desempleo, de la falta de oportunidades para la educación, la partida de los seres queridos, no dejamos de ver florecer las semillas de la solidaridad. La palabra, el gesto, el estar ahí donde Dios nos mueve a compasión y acción. Son signos y señales que vienen de nuestras raíces y que indican hacia dónde se dirigen los pueblos de América Latina. Menciono el término pueblos en el convencimiento de que es la solidaridad la que nos constituye como tales. Somos pueblos en cuanto somos solidarios y solidarias. El Papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti nos trae a la memoria la parábola del buen samaritano como un paradigma de la solidaridad. ¿Por qué esta parábola? Recordémosla: un experto en la ley le pregunta a Jesús (Maestro él también), quién es su prójimo, a efectos de cumplir el mandamiento que conduce a la vida eterna: ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús comparte un relato: un viajero yendo de Jerusalén a Jericó (posiblemente un judío que hacía el camino largo hacia el norte para evitar pasar por Samaria), es asaltado. De los que pasan frente al cuerpo herido, solamente un samaritano siente compasión y salva su vida. Y aquí la pregunta clave de Jesús: ¿a quién habrá considerado el hombre asaltado, su prójimo? Es no sólo una historia de solidaridades. Es una historia sobre la constitución de la projimidad a partir de la solidaridad. El llamado de Jesús es al gesto solidario, y también a construir un sentido de prójimo, de comunidad, de pueblo, que rompe las barreras religiosas, étnicas, sociales, económicas o de género. Es apertura a un sentido del “nosotros y nosotras, hermano o hermana” fundamentado en el amor para con quien sufre. Por eso, en este esta línea de tiempo que escribimos con nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestras letras, ¿qué rescataremos de este momento actual? Seguramente cada vida transformada por la mano que nos dio una amiga, el vecino, el club del barrio, la comunidad de fe, en medio de las dificultades que hemos vivido. Invisibilizadas por los grandes medios, deberían ser motivo de celebración de la acción del Espíritu de Dios en lo cotidiano. Pero hace falta además elevarnos para apreciar desde la altura la inmensa marea de solidaridad que se ha movilizado en este tiempo. Si las comunidades de fe han de escribir este capítulo del libro de la Vida, se necesitará de un hilo conector, narrativa de la construcción de los pueblos a partir de lo solidario, que ayude a asentar en las sociedades una cultura del amor al prójimo derribando todo muro de exclusión. Este esfuerzo colectivo que las comunidades de fe están llamadas a dinamizar, la de construir una sociedad verdaderamente fraterna, necesita acciones que le den sostenibilidad y la profundicen. Entrelazar, entramar, tejer la unidad a partir de los hilos de lo diverso, es parte de una tarea política que desde las comunidades permita fortalecer una cultura de la solidaridad, para construir una sociedad cuyo sentido fraternal se base en la justicia. Retomando las palabras del Papa Francisco en la mencionada Encíclica Fratelli Tutti: “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común.” (Ref. 180) Escrito por Horacio Mesones, Licenciado en ciencias de la educación (UDELAR, Uruguay), Especialista en teología práctica (EST, Brasil), Especialista en educación y nuevas tecnologías (FLACSO, Argentina). Responsable del área de Movilización de saberes y prácticas en CREAS. Miembro del equipo pastoral de su congregación (Parroquia unida Emanuel – Iglesia Evangélica Metodista Argentina e Iglesia de los Discípulos de Cristo).

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Una diaconía de la esperanza

Rescatando las solidaridades ocultas en los relatos de Navidad. ¿Qué contenido tiene hoy para la gran mayoría de las personas el concepto “Navidad”? Para muchísima gente, al menos en nuestro occidente nominalmente cristiano, tiene el sentido de fiesta, de algunos días libres, de encuentros familiares, de comida y bebida en abundancia, de luces y adornos de colores, de regalos… Y está muy bien, porque el acontecimiento que le da origen a la festividad merece ser ciertamente reconocido y celebrado. ¡Dios mismo decide hacerse parte de la historia humana! La divinidad se solidariza con el sufrir del pueblo y no encuentra mejor idea que caminar este suelo lastimado que habitamos como humanidad. La natividad de Jesús es, pues, un ejercicio de solidaridad de la divinidad hacia su pueblo. Y eso invita a tratar de pensar otras solidaridades que rodean las historias bíblicas acerca del nacimiento del Mesías. ¿Habrá otras solidaridades escondidas allí que tengan algo para aportarle a nuestros contextos actuales? Creo que hay algunas pistas interesantes. El primer gesto claramente solidario es el de la misma María que, aceptando ser parte de un proyecto que la trasciende, ofrece voluntariamente su cuerpo para acunar la vida. No lo hace de manera resignada ni por la presión de un sistema patriarcal que la coloca en ese rol que no puede evitar. Lo hace porque intuye el germen revolucionario que como mujer puede aportar a la construcción de un mundo nuevo. Y eso queda más que claro en su Magníficat, esa canción subversiva y plena de esperanza, porque expresa la solidaridad de la divinidad con un pueblo sin horizontes que ella ayudará a hacer posible. La joven María que cierta tradición ha limitado a un rol de mera portadora de la divinidad, es mucho más que eso. Es una profetiza que comunica un proyecto de sociedad en el que los valores dominantes ya no serán los del poder asociado a la posesión, sino el valor de la diaconía como articulador de las relaciones humanas justas: “llenó de bienes a los hambrientos y a las hambrientas”. Diaconía entendida no como un gesto de asistencia en una situación de emergencia sino como un nuevo ordenador de la sociedad: “puso en alto a los humildes”. Una diaconía de la redistribución y que es cumplimiento de las promesas postergadas por demasiado tiempo. Una diaconía de la esperanza. Un segundo gesto que me parece bueno resaltar ese el de la sororidad. Cuando María acepta liderar este proyecto de la divinidad, también es consciente de las reacciones que puede generar en su entorno inmediato. Y decide salir, con cierta rapidez dice Lucas 1:39, hacia la casa de su prima Isabel, quien la recibe por unos cuántos meses. Esa acción habla de cómo las mujeres elaboran estrategias de acompañamiento solidario en momentos cruciales de la vida. Hay una acción solidaria de José también quien, venciendo la reacción lógica de un hijo del patriarcado, que posiblemente hubiera rechazado a su amada embarazada, asume un rol paterno necesario en tiempos que no sabían de maternares sin pareja. ¿Cómo llegaron María y José de Nazaret a Belén? 156 kilómetros de camino polvoriento, ascendente, sin transporte adecuado. En ese camino tienen que haber comido en alguna mesa que les hizo espacio, deben haber dormido cerca del fuego de pastores compasivos (que luego serán los invitados de honor a la presentación pública del bebé recién nacido), posiblemente alguien les ofreciera llevarlos un tramo del camino en camello o en burro. Pequeñas sospechas pero que guardan relación con la incipiente irrupción de la solidaridad divina en la historia de las personas. Finalmente, otro indicio de solidaridad oculta o no siempre bien entendida es el de la hospitalidad. Se nos ha instalado que Jesús nació en un lugar reservado a los animales, siguiendo el relato lucano. El Evangelio según Mateo, en cambio, habla de una casa (2:11) y Juan habla de una tienda (1:14), aunque esa imagen es más metafórica que real. De todos modos, no hay que descartar que aparece, incluso en el más crudo relato de Lucas, la solidaridad de alguna persona que, ante la desesperación, la angustia y la necesidad de la madre primeriza y del padre preocupado, siente un dejo de genuina compasión y le ofrece a los recién llegados el lugar que tenía disponible, sea cual fuera ese sitio. Que este tiempo que estamos transitando se convierta también en una invitación oportuna, en el contexto de una pandemia que nos ha golpeado muy fuerte y que ha desnudado la fragilidad de los sistemas que hoy rigen la vida en el mundo, para reflexionar sobre la Navidad como una invitación a acunar la solidaridad divina que busca transformar las realidades de muerte, dolor, injusticia, opresión, inequidad, en nuevas oportunidades para que la plenitud de la vida se abra camino en medio de una creación que gime por su redención definitiva. Escrito por Gerardo Oberman, Red Crearte

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Un paradigma del compartir: mesas redondas de misión

Ministerios Globales de la Iglesia Metodista Unida y CREAS publicaron este libro que es el resultado de un proyecto de investigación sobre las mesas Redondas de Misión Sudamérica. La publicación de autoría de Humberto Shikiya, Vicepresidente de CREAS, surge del interés de diferentes iglesias metodistas de la región, por profundizar en la metodología y la teología de Mesas Redondas de Misión, como eje central de relaciones, mutualidad, reciprocidad y compañerismo en misión a nivel global. Descarga aquí la publicación 

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Recomendaciones para la diaconía ecuménica durante la emergencia del COVID 19

A fines de marzo de 2020, en el contexto de los 20 años de la fundación de CREAS, y en tiempos tan difíciles y complejos que la pandemia del COVID 19 ha instalado, reconocemos la urgencia de movilizar la solidaridad y la cooperación ecuménica para acompañar a quienes sufren las desigualdades e injusticias. Entendemos que estas ya eran preocupantes antes de esta emergencia, agudizadas por arquitecturas económico-financieras que han promovido la concentración de capitales en pocas manos y que deben ser modificadas en función del bien común. La pregunta era qué hacer, cómo continuar en un nuevo escenario, totalmente impensado, inesperado, diferente a cualquiera de las prácticas precedentes. Pensamos que era fundamental, desde nuestro fondo de pequeños proyectos en Argentina y el Gran Chaco Sudamericano, saber qué pasaba en las iglesias y organizaciones sociales y comunitarias, por dónde pasaban sus necesidades y expectativas. En estos tiempos de pandemia del Coronavirus, vimos la necesidad de movilizarnos a formular un protocolo de trabajo que protegiera a quienes están en el campo diaconal y del desarrollo socio económico y comunitario. Encontramos en Jorge Fernández el conocimiento y las herramientas para lograrlo. Es eso lo que queremos poner a la disposición de las iglesias y comunidades, como una contribución de CREAS al llamado profético de acompañar con esperanza la reflexión y la acción para incidir en la promoción de nuevas formas de desarrollo sostenible con mayor justicia y que protejan la vida en su plenitud y nuestra casa común. Descarga PDF aquí

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Foto: British Methodist Church

Declaración sobre la propuesta del gobierno británico de reducir la ayuda exterior

CREAS es asociada hace mucho tiempo de Iglesia Metodista en Gran Bretaña y considera que ahora no es el momento para que el gobierno británico reduzca apoyo a comunidades que sufren consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia. En la respuesta al gobierno británico , Shikiya resaltó que nuestros líderes religiosos y sociales han expresado “nadie puede salvarse solo”, necesitamos del amor, la misericordia y la compasión. Los organismos internacionales afirman con certeza que quienes más sufrirán el impacto de esta pandemia serán los más pobres aumentando las desigualdades que ya teníamos antes de la irrupción de la pandemia. «Estamos decepcionados por la falta de sensibilidad social ante presente crisis, especialmente hacia quienes más sufren consecuencias económicas, sociales y ambientales”, expresó el Vicepresidente de CREAS Humberto Shikiya en respuesta a propuesta de gobierno británico de disminuir la ayuda exterior. «Frente a la propuesta que el gobierno de Reino Unido presentará este miércoles al Parlamento Británico, para que decida entre otras medidas: la reducción del presupuesto de la ayuda internacional del 0,7% al 0,5%; queremos expresar como organización basada en fe que nos sentimos decepcionados por la falta de sensibilidad social frente a la crisis que el mundo vive, especialmente a quienes más sufren las consecuencias económicas, sociales y ambientales.» «Si el Parlamento Británico adopta la propuesta del gobierno del Reino Unido de reducción de la cooperación internacional, se verán afectados negativamente los proyectos que ha apoyado en varias áreas de los países de LAC, a través de programas de resiliencia climática de socorro en casos de desastre, desarrollo económico, educación, salud, desarrollo de la resiliencia alimentaria, apoyo a los derechos humanos y la democracia, preparación para desastres, reorientación de las desigualdades de salud de género y más. Esta decisión hundirá a muchos países en una mayor pobreza.Si además de ello, el gobierno británico aumentará su presupuesto nacional en la defensa, su política de cooperación internacional estará tomando un rumbo dando la espalda a millones de personas pobres que veían en esa ayuda las semillas de esperanzas de otro mundo diferente.» «Por ello, desde CREAS, la organización que represento, no sólo manifiesto mi decepción sino que alzo mi voz para apelar fuertemente a que esta propuesta no se lleve adelante, sino que en este tiempo de Adviento y Navidad, volvamos todos nuestros ojos al Dios que se hizo niño en un pesebre, para que haga brotar en nuestros corazones y mentes la sensibilidad, la misericordia y la caridad, Seamos portadores de buenas noticias hacia quienes son nuestros hermanos y hermanas que más sufren, para que la esperanza renazca en más dignidad humana y cuidado por nuestro ambiente» , concluyo Shikiya en su comunicación. Lee la declaración completa aquí

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¡Sí importa! Sensibilidades pastorales en los tiempos del COVID19 – COLOMBIA

En términos biológicos el COVID-19 afecta a todo ser humano en forma diferencial, pero las condiciones culturales, las desigualdades sociales y la injusticia de género, hacen aún más dramáticos y extensivos los efectos del manejo de la pandemia y generan afectaciones asimétricas por estructuras históricas y culturales. En otras palabras, el COVID-19 no es la causa principal de los problemas de priorizados estos días, es solo el disparador de las consecuencias de una situación arraigada que en Colombia no se ha podido superar. Con la mirada en el texto bíblico, se puede decir que para el COVID-19 sí importa cuando una persona es afrodescendiente, migrante venezolano, indígena, pobre, vendedor informal, excombatiente, líder social, campesino, mujer o niña. Esto va en contravía de la proyección pastoral de la comunidad cristiana a la que se dirigía Pablo en Gálatas 3:28, en la que se plantea que, por la unidad de la comunidad generada por la fe en Cristo, “no importa”-n los condicionamientos que vienen por las segregaciones culturales, las rupturas sociales y las desigualdades de género. El problema es que, en Colombia frente al COVID19, sí importa-n y mucho. La sensibilidad global reclama la importancia de la vida y necesitamos traducirla a los problemas de segregación en Colombia. Las vidas negras importan, también las de familias venezolanas y las de las comunidades indígenas. Se tiene que decir porque en el país emergen relatos del sufrimiento de comunidades vulnerables entre tantos que no alcanzan la opinión pública. Por ejemplo, la historia de Anderson Arboleda, un líder negro de 24 años en una región del país azotada por la violencia, que muere a causa de una golpiza de la policía, conforme al relato de sus familiares. Esta historia se suma a los múltiples abusos de la policía. Otro ejemplo es la historia de Dayana Herrera, migrante venezolana y vendedora de dulces en el servicio público, quien llegó a Colombia con dos hijas de 14 y 10 años, un hijo de 3, su esposo y su padre quien murió por falta de atención médica por no cumplir trámites burocráticos. Un ejemplo muy triste fue la historia de Cristina Bautista, lideresa de la comunidad indígena Nasa y de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, quien expresó, antes de ser asesinada, el sentir resumido de muchas personas en el país: “si nos callamos nos matan, si hablamos también, entonces, hablemos”. Foto: EL TIEMPO Las vidas de los habitantes de barrios pobres importan, también las de seres humanos que buscan el sostenimiento económico diario, las de individuos que entregaron sus armas creyendo en un proceso de paz, o las de líderes y lideresas que luchan por sus comunidades poniendo en riesgo su propia vida y la estabilidad de su familia. Las frías estadísticas demuestran que estas vidas en realidad no importan. Según cifras de la Universidad Nacional de Colombia debe asegurarse una renta básica para cubrir al 39,8% de personas en condición de vulnerabilidad, 19,8% de pobreza, 7,2% de pobreza extrema, o el 48,1% que viven de la informalidad. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz ya son 200 excombatientes asesinados, firmantes del acuerdo de paz. La organización Somos Defensores documenta una lista de 442 líderes sociales asesinados desde la firma de dicho acuerdo en septiembre de 2016 a marzo de 2020. La vida de las mujeres y niñas sí importan, pero hay una sombra de duda en la realidad colombiana. Dos ejemplos, en primer lugar, Luz Esmilda Bernal, madre de cuatro hijos, se armó de valor para denunciar a su compañero sentimental, un individuo que la golpeaba y maltrataba sicológicamente, pero su valor le costó la muerte pues fue asesinada a balazos por ese delincuente. A junio, de 2020 ya son 99 mujeres asesinadas con el agravante de un contexto de pandemia. En segundo lugar, una niña de 12 años de la comunidad indígena Embera Chamí, fue violada por un grupo de militares en una zona rural. Esto último se suma al desenfoque de la operación de las fuerzas militares, de las cuales se ha documentado graves denuncias por perfilamientos varios personajes entre las cuales hay mujeres periodistas. Además de desenfocada, Colombia está terriblemente enferma y no solamente de COVID-19 con alrededor de ciento sesenta mil contagiados y seis mil muertos en cifras oficiales, en el momento de escribir este texto. Además, padece un trastorno que la ha llevado sistemáticamente a usar la demonización de los enfoques en poblaciones vulnerables, como herramienta política contra los esfuerzos por la construcción de paz. Ese trastorno la ha inducido a resguardar su conciencia abstrayendo las obvias y deliberadas agresiones a causa de segregación racial, clasismo social y desigualdad de género, trivializando esas vulnerabilidades en infames y simplistas opiniones sobre el sufrimiento común y complicaciones del destino. “La COVID-19 es clasista”, es el título de una de las tantas lecturas que dan cuenta de la devastación social de estos tiempos. En esa línea de pensamiento, se puede decir que la sociedad colombiana es racista, clasista y discriminadora. El tratamiento a una situación tan grave puede ser inspirado en una comprensión bíblico-pastoral, que, en el caso de Gálatas, desborda a la comunidad cristiana porque se constituye en una base para la exigencia de una sociedad justa e igualitaria. Es la esperanza y la fe depositada en Cristo, una inspiración a vivir modelos alternativos en las iglesias que puedan ser replicados en proyectos pastorales de diaconía que luchen contra la exclusión por factores étnicos, sociales y de género. Si Colombia se enfoca en eso, puede lograr su sueño de paz. Jhon Martínez, pastor colombiano, Área de Religión y Desarrollo de CREAS – Julio 2020.

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Iglesias ante los impactos y desafíos de la pandemia en la Amazonía

Por Obispa Marinez Bassotto, Obispa de la Diócesis Anglicana de Amazonía, Brasil. Según el sitio web APIB (Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil), el 26 de octubre hubo 37.777 casos confirmados de Covid-19 entre indígenas, 862 indígenas murieron y 158 es el número de personas indígenas afectadas por Covid-19 hasta la fecha. El estado con mayor número de indígenas contagiados y también el mayor número de muertes del Amazonas. En las comunidades quilombolas de la región amazónica, según una investigación de la Universidad Federal de Amazonas (Ufam), la tasa de mortalidad de la enfermedad alcanza el 17%, mientras que el promedio mundial está entre el 0,9% y el 1,2%. Esto hace visible como el discurso irresponsable y el intento de minimizar las consecuencias del Covid-19, así como la falta de acción rápida, tienen un impacto directo en la vida de las comunidades más empobrecidas. Los datos anteriores denotan un proceso de necrolítica (política de muerte) que apunta a matar simbólica y físicamente a poblaciones vulnerables. Por si fuera poco, nos encontramos ahora a las puertas del juicio de Marco Temporal por parte del STF. Necesitamos más que nunca ser conscientes de que lo que está en juego es el reconocimiento o la negación del derecho a la tierra, que es el derecho más fundamental de los pueblos indígenas. Esta decisión tendrá un impacto en el futuro de cientos de poblaciones indígenas y puede dificultar aún más las demarcaciones, que son esenciales para la supervivencia de las poblaciones indígenas. Abordamos este juicio sabiendo que el silencio, las ironías, la intención de minimizar las consecuencias de un juicio favorable a la tesis defendida por los ruralistas, se configuran en una estrategia sistemática de un gobierno que defiende la flexibilidad de las leyes y pasa por alto la violencia resultante como invasiones y actividades ilícitas, el acaparamiento de tierras, la minería y la tala en tierras ahora protegidas. Como resultado de esta situación, el mundo está viendo cómo las llamas consumen parte del bosque que contiene la mayor diversidad biológica y cultural del planeta, así como la muerte de las poblaciones forestales. Captura de Pantalla 2020-11-03 a la(s) 18.35.46 Como Iglesia cristiana, incrustada en este suelo amazónico, la Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil, a través de la Diócesis Anglicana de Amazonía, repudia esta situación de muerte, denuncia todas las actitudes de irrespeto socioambiental, y busca testimoniar en palabras y obras la experiencia del amor y búsqueda la vida plena para todas las personas según el mandato de Cristo. Por eso se solidariza con el dolor y sufrimiento de los pueblos de la Amazonía, siendo una presencia amiga y consoladora para las familias indígenas en duelo y para las comunidades en extrema vulnerabilidad. Y eso significa tener el coraje y la osadía de levantarse como voz profética en defensa de la vida y unir fuerzas para que se respeten los derechos de las poblaciones más vulnerables, así como acompañar a estas comunidades de manera amigable y solidaria. Ocurrió durante el funeral de un liderazgo indígena que murió por complicaciones del Covid-19 en las afueras de Manaus. El señor Paulino, de la etnia Karapãna, era miembro de otra iglesia y sus pastores se negaron a asistir a su familia y a su funeral debido a la distancia, ya que su cuerpo tendría que ser trasladado a su aldea para ser enterrado allí. En medio de la selva, ocho horas de viaje por el Río Negro hasta llegar al Río Cuieiras. Pero el hermano Luri Lima, anglicano de Manaos, lleno de ardor misionero, estaba listo para ir, a rezar con la familia del cacique fallecido, a consolarles y a ser signo de la presencia anglicana en ese lugar y en ese momento de tristeza. Encontrar y contemplar la vida divina en las profundidades de la realidad ,es una misión de esperanza, encomendada a anglicanas y anglicanos. La presencia y misión de la Diócesis Anglicana de la Amazonía nos hace comprender que la Amazonía es una tierra de sufrimiento y redención. Estar con el pueblo de Dios es una experiencia de seguir a Cristo que carga con la cruz, y eso significa que debemos abrirnos, con Él, a todo tipo de sed que aflige hoy a la humanidad. Cristo es el alimento por excelencia, la respuesta a toda hambre y sed. Es el pan de vida que, saciando al hambriento, lo une y lo pone en comunión. Nadie pasa hambre junto a Jesús, quien nos llama y nos envía a los más pobres: «¡Denles de comer!» (Lucas 9, 13). El 31 de agosto, la Comunidad Anglicana de Manaus, con la ayuda del Fondo Arzobispo de Canterbury, el intermediario del Servicio Anglicano de Diaconia (SADD) de la Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil y el aporte logístico de la Diócesis Anglicana de Amazonía, realizó la entrega de canastas de alimentos básicos a familias indígenas de la capital de Amazonas que aún sufren los grandes impactos de la pandemia Covid-19. Con esta acción social y misionera, la diaconía anglicana en Manaus pudo contemplar familias de cinco (5) comunidades indígenas de diferentes etnias: Asociación de Mujeres Indígenas del Alto Río Negro, Wotchimaücü (Tykuna), Parque Tribal (Tarumã), Comunidad Indígena Tarumã-Açú (Aldeia Gavião y Aldeia Yupurangá) y algunas familias indígenas que habitan la región de Rio Cuieiras. La misión anglicana en la Amazonía implica el servicio de la fe y la promoción de la justicia; nunca uno sin el otro. La gente necesita comida, alojamiento, amor, verdad, relaciones, significado para sus vidas, promesa, esperanza. Los seres humanos necesitan un futuro en el que puedan garantizar su plena dignidad. Esto ya está en el corazón de la misión de Cristo, una misión que, como fue particularmente evidente en Su ministerio de curación, fue siempre más que física. Nuestra misión de anglicanas y anglicanos en el corazón del Amazonas encuentra su inspiración en este ministerio de Jesús. Siguiendo a Jesús, nos sentimos llamadas y llamados no solo a llevar ayuda directa a las personas que sufren, sino también a restaurar la integridad de las

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