De acuerdo a los estudios de la CEPAL, las crisis sanitaria y climática que estamos atravesando son el resultado de un modelo de desarrollo insostenible. Esta realidad debe ser asimilada, comprendida y transformada al interior del Estado, la empresa y la sociedad civil. Las Organizaciones Basadas en la Fe (OBF) al hacer parte de la sociedad civil, no pueden soslayar los resultados de este modelo insostenible de desarrollo en la región, pues saltan a la vista al considerar algunos datos a la luz de las dimensiones social, medioambiental y económica de la Agenda 2030.
En materia social es sabido que América Latina es la región más desigual del mundo. De acuerdo con un estudio de Oxfam, con las ganancias que 69 personas han generado en la pandemia, se podría financiar el 50% del presupuesto del sistema de salud en la región. Esa cultura del privilegio se expresa también en alrededor del 38% de la población latinoamericana en situación de pobreza. El abordaje de la economía latinoamericana también es desalentador. Considerar por ejemplo el desafío del ODS 8, devela que la región, según la CEPAL, ya registra una tasa de desempleo del 13,5%, sumando, a los graves problemas de Informalidad, la insuficiente protección social y la profunda brecha de género al notar la tasa de desempleo de las mujeres en el 22.2% Los panoramas social y económico en América Latina pueden ser más graves si los países no enfrentan integralmente el cambio climático, pues se deben contrarrestar sus múltiples efectos traducidos, por ejemplo, en ciclones con sus consecuencias humanitarias en el territorio insular como continental. El trabajo con estos fines debe ser integral, buscando transformar aparato productivo que en las condiciones actuales tiene un gran peso extractivista en una región que cuenta con el 40% de la biodiversidad mundial conforme a la estimación del PNUD.
En un esfuerzo conjunto, las OBF en América Latina están llamadas a explorar nuevos modelos de desarrollo, cuyos marcos conceptuales puedan caracterizarse por la centralidad de la dignidad humana, impulsados por la naturaleza diversa de la región especialmente en términos culturales y religiosos. La celebración del Día de la Fraternidad Humana en este mes de febrero, es una oportunidad de integrar este diagnóstico a la labor interpretativa de la realidad y de los textos bíblicos que hacen especialmente las OBF cristianas. Es pertinente leer los relatos bíblicos en clave de fraternidad con el propósito de incluir narrativas distintas al modelo de desarrollo.
El caso bíblico relatado en la epístola a Filemón puede constituirse en un ejemplo. Onésimo, un esclavo, se había fugado de su amo Filemón infringiendo más que la ley romana, una relación de confianza. Pablo, conoce al fugitivo en la cárcel estableciendo con él un vínculo de fe que le motivó a buscarle un retorno pacífico a la que fue su casa. Filemón, recibe la carta intercesora de Pablo, la cual testifica de una relación fraterna que evoca el amor para diluir el rencor y la hermandad que desvanece la condición social de esclavitud. En otras palabras, la labor mediadora para dirimir un conflicto, inspirada en la fe y alentada en la fraternidad, se convierte en un símbolo de dignidad humana y en la definición de una ruta que propicia la transformación de las bases sociales de un sistema económico.
La restauración de Onésimo en el plano del perdón, tolerancia y restablecimiento del diálogo en una relación dañada, también tenía como referencia sus posibilidades de sostenibilidad integral, y con ellas, su habilitación económica. Se trata de un discipulado que marca un derrotero de fraternidad del cuidado, enfocado en la contribución al crecimiento integral de las vidas de las personas. De fondo, hay un acompañamiento que no se justifica en el azar del destino, ni se rinde ante la supuesta inutilidad del esfuerzo. El relato induce a trabajar fraternalmente por la hermandad, bajo la cual, antes que cualquier estigmatización o consideración de costo económico, prevalece la dignidad humana. En suma, la fraternidad es una clave para la cohesión social y es una plataforma eficaz para la contribución desde la fe al desarrollo sostenible.
El enfrentamiento de las raíces profundas de los desequilibrios sociales, económicos y ambientales, debe plantearse en forma conjunta y articulada. Las OBF guardan una labor mediadora, que busca la fraternidad y lo hace en forma comprometida y parcial a favor de aquellas y aquellos que “quedan atrás”. Esta fraternidad se concreta en la cooperación, en la que se propende por la inversión de un patrimonio holístico que evoca historia, prestigio, relaciones construidas y, por supuesto, recursos económicos orientados a una economía para la vida, a unas relaciones sociales en hermandad y al cuidado de la Casa Común.
Con estas referencias las OBF pueden considerar las alternativas que se vienen trabajando desde el Estado, el mundo empresarial y la sociedad civil, en materia de digitalización o inclusión tecnológica, economía circular, turismo sostenible, ingreso básico, derecho al trabajo, brecha de género, regímenes universales de salud y protección social, servicios públicos básicos, bajas emisiones de carbono y multilateralismo, entre otros tantos referentes urgentes. Evidentemente, las OBF contribuyen al desarrollo sostenible desde la misma fraternidad que promueven y que se traduce en una política basada en la inclusión de todos los actores sociales, con enfoque de género, territorial, cultural y social.
Escrito por Jhon Martínez, Asesor del Area de Religión y Desarrollo de CREAS